Diversos son los factores que pueden llevarnos a no concluir algún proyecto en concreto. Pueden ser del tipo personal, profesional, económico, social o emocional, entre otros, y también pueden deberse a diferentes razones: tal vez mala planeación, problemas económicos, conflictos familiares o personales, etc. Sin embargo, cualquiera que sea el factor, puede llevarnos a un “lugar”: la desmotivación.
Cuando iniciamos un nuevo proyecto en la vida, lo hacemos con toda la ilusión del mundo. Visualizamos lo bien que puede salir, hasta dónde podremos llegar y lo mucho que podremos disfrutar; pero, en ocasiones, las cosas no salen tal y como las planeamos: se nos presentan imprevistos internos y externos que hacen que el camino para llegar a donde queremos sea más complicado de lo que pensamos.
Una vez que nos enfrentamos a esas problemáticas u obstáculos que dificultan nuestro andar hacia la visión de lo que queremos para nosotros, es probable que empecemos a tener sentimientos de frustración, tristeza o desesperación que, al final, nos llevan a poner excusas o a la procrastinación de las actividades que tenemos que realizar; es decir, comenzamos a perder la motivación.
Pondré un ejemplo muy común y que veo en muchas personas cuando empiezan en un nuevo empleo. Los primeros días, semanas e incluso meses, llegan temprano, sonriendo, arreglados y con ánimo de contribuir en lo que se pueda con la empresa. No obstante, con el tiempo, si encuentran que sus ideas no son escuchadas ni valoradas, o si reciben malos tratos y están en un ambiente ríspido, comienzan a dejar de hacer lo que hacían en un inicio; de esta manera, despertar a la hora de siempre para ir a trabajar se convierte en una lucha diaria entre quedarse en la cama o poner un pie en el suelo.
¿Se identifica?
“Motivación” tiene su origen etimológico en la palabra del latin “motivus” (movimiento) y se compone del sufijo “ción”, indicativo de “acción y efecto”. Por lo tanto, “motivación” es: “el motivo de la acción”.
¿Alguna vez le ha costado mucho trabajo levantarse a determinada hora para ir a realizar alguna labor que no es de su agrado; mientras que, para ir de viaje, pasear o hacer algo que le apasiona, no tiene inconveniente, incluso si es más temprano?
La pérdida de la motivación llega, principalmente, cuando hemos perdido de vista nuestros objetivos con “distractores” que no nos permiten conseguir lo que queremos como lo queremos.
Debo decirle que es un sentimiento normal, que todo ser humano experimenta, y está en uno mismo encontrar esa chispa que nos permita darle la vuelta a la situación.
¿Cómo lograrlo?
No existe (o por lo menos yo no conozco) una fórmula mágica que ayude a recuperar la motivación para realizar alguna tarea en específico, ya que las circunstancias de cada individuo son muy diferentes y cada quien tiene razones distintas para llevar a cabo sus labores. Y no, tampoco la vamos a encontrar en una película o libro motivacional.
Sin embargo, puedo recomendarle un par de ejercicios de reflexión muy sencillos que le podrían ayudar a recuperar esa chispa que encienda el motor, y le dé fuerza para salir de la desmotivación.
Para empezar, antes de iniciar un nuevo proyecto defina bien sus objetivos o, si ya está en uno y desea recobrar la motivación, redefina esos objetivos que en un principio lo llevaron a comenzar. Dichos objetivos deben ser realistas pues deberá responderse cómo y para qué desea alcanzarlos.
Por otro lado, si sus objetivos principales son a largo plazo, póngase objetivos a corto plazo ya que le ayudarán a mantener la motivación hasta el final.
Finalmente, aclare sus prioridades ya que en ocasiones surgen nuevas ideas o proyectos y dividimos nuestras fuerzas en ellos, lo que nos desconcentra de lo que realmente deseamos.
“Si planeas ser algo menos de lo que eres capaz de ser, probablemente serás infeliz todos los días de tu vida”.
Abraham Maslow