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Fatiga Pandémica: ¿Te ha pasado?

La Organización Mundial de la Salud OMS ha llamado al cansancio ocasionado por la pandemia como “fatiga pandémica”. Es el agotamiento por el trabajo en casa, el encierro, el miedo al contagio, el dolor de haber perdido un familiar o amigo, las consecuencias que pueden ser ocasionadas por la transmisión del virus, la falta de empleo, la inestabilidad económica personal del lugar donde vivimos, la falta de contacto físico con nuestros seres queridos, las limitaciones para viajar o poder asistir a eventos públicos como fiestas y reuniones, en fin, una serie de situaciones que nos han provocado cambios de vida extremos.

¿Cuáles son los síntomas de la fatiga pandémica? Nerviosismo, miedo, ansiedad, tristeza, desolación, enojo, hartazgo, frustración e inestabilidad emocional, cansancio o agotamiento, insomnio y problemas para dormir, estrés e irritabilidad, alteraciones en la alimentación, pérdida de motivación, agobio con la rutina, desesperanza, alteraciones del ánimo, apatía, pérdida o incremento de peso, problemas de concentración, irritabilidad y anhedonia, que es la incapacidad para disfrutar la vida. 

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Foto Nandhu Kumar

Las medidas aplicadas como: estado de alarma, uso de cubrebocas, restricciones, distanciamiento social y aparición de nuevas variantes del virus se han ido alargando mucho más tiempo de lo que se hubiera esperado. El mantenimiento prolongado de las normas adoptadas ha provocado un cansancio generalizado de la población. Situaciones como el miedo a lo desconocido, la crisis económica, la inflación y el desempleo han provocado el tener que volver a empezar cuando la situación parecía controlada, todo esto ha generado la fatiga pandémica.

¿Qué podemos hacer? Antes que nada: COMUNICACIÓN; expresar lo que sentimos, lo mejor es hacerlo ante un profesional, desde un coach, un psicólogo, un psicoterapeuta o un psiquiatra, según sea el caso. Si no podemos contratar a alguien, existen varias instancias gratuitas que pueden echar mano.

¿Cuándo consultar? Cuando las emociones dejan de ser normales, cuando empiezan a afectar nuestro funcionamiento cotidiano, cuando alteran nuestra capacidad de trabajo, el nivel de concentración, dificultan las relaciones con nuestro entorno o nos ponemos más irritables. Al darnos cuenta que nuestras emociones se transforman en una carga y no nos permiten funcionar, esto ya es un indicio de que tenemos que buscar ayuda profesional que nos guíe en el manejo de las distintas situaciones que se nos presentan diariamente.  

Si tenemos alguien en la familia, ya sea nuestra pareja, padres, hermanos o buenos amigos, hablarlo con ellos para sacar toda esa tensión que muchas veces guardamos y genera una presión como la de una olla exprés que tiene forzosamente que ser expulsada. 

Elevar la AUTOESTIMA, cuidarnos en todos los sentidos: física, mental y espiritualmente, nuestro bienestar debe ser el objetivo primario, ¿cómo lo podemos hacer? 

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Foto cottonbro

Cuidado físico: 

  • Establecer rutinas de ejercicio.
  • Tomar el sol.
  • Fijar horarios de sueño, de comidas, de descanso, de convivencia, de aseo diario (no por trabajar en casa descuidemos nuestra limpieza personal), tener un orden de vida y de lugar de trabajo.
  • Dormir entre 7 y 8 horas diarias.
  • Pasear.
  • Comer y masticar lentamente.
  • Saborear los alimentos.
  • Tomar el sol para aprovechar la vitamina D.
  • Hacer estiramientos.
  • Practicar yoga. 
  • Evitar siestas largas durante el día. 
  • Comer bien, alimentos sanos y bajos en grasa y azúcares. 
  • Ingerir frutas y verduras. 
  • Evitar hábitos tóxicos o poco saludables.
  • Eliminar el consumo de tabaco. 
  • Reducir el consumo de alcohol. 
  • Reducir el consumo de café.
  • Procurar alejar el celular de la cama. 
  • Respirar con el diafragma ayuda a regular los picos de estrés y nerviosismo.
  • Teletrabajar realizando descansos, cada hora poner la alarma para levantarse del asiento, estirar y caminar.  

Cuidado mental: 

  • Practicar el autoanálisis: identifica en qué situación estás. 
  • Elegir pensamientos positivos.
  • Activar tu energía.
  • Encontrar un nuevo hobby, por ejemplo, los rompecabezas ayudan a la concentración.  
  • Sonreír hacia fuera y hacia adentro.
  • Celebrar tus logros.
  • Agradecer: escoge entre 3 y 5 cosas diariamente para dar gracias; esta actividad nos abre la puerta de la fuerza mental y mejora el optimismo.
  • Poner las cosas en el justo medio.
  • No caer en el victimismo.
  • Dar el 100%.
  • No suponer.
  • Pedir ayuda y sentir el apoyo de los demás.
  • Evitar juzgar, sobre todo juicios de valor.
  • Honrar tus palabras.
  • Practicar la observación, principalmente la auto observación. 
  • Escuchar a los demás, no solo a ti mismo.
  • Desconectarse de las redes.
  • Compartir con amigos (aunque sea de manera virtual).
  • Vivir el hoy, centrar la atención en el presente, el aquí y el ahora.
  • Evitar anticipar el futuro.  
  • Dejar de hacer doomscrolling (consumir mucho tiempo malas noticias).
  • Dosificar la tecnología.

Cuidado espiritual:

  • Meditar.
  • Cuidar las emociones: ver qué sentimos, darles nombre para poder identificarlas y gestionarlas (prohibido decirnos “estoy bien”, cuando no lo estamos).
  • Buscar diversiones alternas.
  • Viajar por internet o por la TV. 
  • Leer solo y en conjunto, leer en voz alta.
  • Aceptar la realidad para aminorar los efectos adversos de la contingencia y contribuir a la paz espiritual.
  • Inventar nuevas tradiciones, como jueves de cine, lunes de disfraces, martes de creatividad, miércoles de lectura en conjunto. 
  • Ayudar a los demás.
  • Trabajar en la empatía.
  • Buscar soluciones.
  • Quererte.
  • Abrazarte y abrazar a las personas con las que convives.
  • Escuchar música. 
  • Rezar.
  • Creer en ti.
  • Bailar.
  • Cantar.
  • Disfrutarte.
  • Jugar.
  • Hacer acuerdos de armonía familiar, para apoyarnos unos a otros sin culparnos. 
  • Arreglarte.
  • Cuidarte.

Ponerte en primer lugar. 

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