Una conversación con Eliot en La tierra baldía, por parte de Hernán Bravo Varela

Los personajes de Eliot en La tierra baldía han sido traducidos por Hernán Bravo Varela y también menciona a Ezra Pound al que le debemos el poema tal cual lo conocemos.

Ciudad de México, 14 de febrero (MaremotoM).- “La tierra baldía, La tierra yerma, La tierra estéril, La tierra agostada, El páramo, El erial… Desde su título, sin importar cuál traducción se prefiera o se acuñe, The Waste Land —publicado como libro en diciembre de 1922— ofrece un claro ejemplo de lo que Eliot llama “correlato objetivo”: “un conjunto de objetos, una situación, una cadena de acontecimientos que sean la fórmula de esa emoción en particular; de modo que, cuando los hechos externos, que deben terminar en experiencia sensorial, estén dados, la emoción sea inmediatamente evocada”. En ninguno de los 434 versos aparece la expresión que nombra al conjunto y, sin embargo, en las cinco secciones del poema resulta malestar y síntoma, atmósfera y esencia, lugar y metáfora. Antes que apelar a la emoción directa, el correlato hurga en la memoria afectiva que guardamos de cosas y seres —y, en el caso de la frase “la tierra baldía”, la que guardamos de ese sitio—; antes que nombrar el miedo y condicionar nuestra reacción, Eliot muestra “el miedo en un montón de polvo”; antes que referirse a la soledad y a la muerte, el poeta propone ver “los huesos regados en un seco desván”.

Tengo en mis manos un ejemplar de Tierra baldía y lo leo y vuelvo a sentir la inundación de esos poemas que tanto me han marcado en la adolescencia. T.S.Eliot, como el gran poeta que fue, tiene una poesía cotidiana, una poesía que te puedes poner todos los días, sin por ello eludir a los grandes símbolos del género y a como el vate ha marcado y dejado marcar por su época.

Thomas Stearns Eliot, conocido como T. S. Eliot, nació en Saint Louis, en 1888 y falleció en Londres, en 1965. Fue un poeta, dramaturgo y crítico inglés.

Una de las primeras cosas que le digo a su reciente traductor que trato de no leer mucho a Eliot porque su influencia es muy marcada para mí. Y no es que uno escriba poemas monumentales, pero es esa voz tan fuerte, tan poderosa, que uno no deja de oír insistentemente. Creo, para decirlo, que fue por Eliot mi afición a la literatura inglesa, que estudié en la facultad (tenía de profesora a Laura Cerrato, la esposa de Roberto Juarroz) y que cada vez que leo a un escritor inglés, navego por aguas conocidas, con ese ritmo que mezcla pasturas y urbanismos, un movimiento literario que es muy difícil definir, pero sumamente provechoso e identificable.

La semana pasada hacíamos una entrevista a una traductora y a un poeta, destinados no sólo a conocer su obra magnífica, sino también para entender cuál es la relación con un creador vivo, que entrega su trabajo a una traductora que tiene la misma nacionalidad, pero que además sabe (y mucho) español.

Esta vez le hacemos una entrevista a Hernán Bravo Varela, que tiene que responder un poco a la traducción de La tierra baldía que ha realizado José Emilio Pacheco y también conservar su entusiasmo por un poeta tan admirado, para dar el ancho a las futuras generaciones, que lo conocerán entre otras cosas por su traducción.

“Este eclecticismo que caracteriza a la Tierra baldía, plantea un primer asomo a la complejidad, a la riqueza a veces muy antitética, de este poema. Podemos proponer dos momentos del poema, uno es el Segundo Canto, que empieza con una paráfrasis de Antonio y Cleopatra, de William Shakespeare, describiendo con inmensa delectación y con un tono irónicamente exquisito y sublime cada uno de los frascos, de los candelabros, de los espejos, de los artesanados, en una escena que nos está describiendo él. En el fondo nos habla del vacío que circunda en esos ricos objetos que él describe. Al final del poema tenemos un diálogo frontal entre dos amigos que incluso llegan a mencionar un escabroso episodio de un aborto, en una taberna ruidosa de Londres”, dice Hernán Bravo Varela.

“Ahí tenemos del traductor el tener que bajar la guardia a la altísima retórica con la que está hecha ese Canto, para después empezar a escuchar con profunda intimidad el diálogo de estas dos mujeres en la taberna. Eso se lo pasa haciendo Eliot todo el tiempo”, afirma.

Bravo Varela destaca el acierto crítico del correlato objetivo que ha hecho Eliot con su poesía y “su inteligencia puede influir tanto a poetas del ayer como del presente. No me digas la palabra terror, no me digas la palabra muerte, preséntame la imagen vívida que inmediatamente me haga a mí relacionarlo con ese sentimiento, cuya palabra, cuya expresión, ya ha sido tocada varias veces y se convierte en un lugar común”, expresa.

Todas las traducciones hechas implican para Hernán Bravo Varela un diálogo, una conversación con lectura crítica y “siempre las nuevas traducciones implican un camino que tienen que ver con las desavenencias que no reflejan de todas maneras una violencia entre los traductores”, afirma.Los personajes de Eliot en La tierra baldía han sido traducidos por Hernán Bravo Varela y también menciona a Ezra Pound al que le debemos el poema tal cual lo conocemos.

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