Los campos fértiles de Julieta Campos

Por Javier Gutiérrez Ruvalcaba 

Hace ya algunos años, tenía poco de haber terminado de leer un ensayo que me fascinó, La función de la novela, publicado en aquel entonces por Joaquín Mortiz, de Julieta Campos, cuando me topé con otro libro de ella, Un heroísmo secreto, una recopilación de artículos y ensayos aparecidos originalmente en la revista Plural, la dirigida por Octavio Paz, y compilados en este volumen editado por Editorial Vuelta, en la colección La Reflexión.

Debido a que me había llamado la atención el estilo de la cubana, asentada en México y casada con el político y diplomático tabasqueño Enrique González Pedrero, desde que leí Muerte por agua y El miedo a perder a Euridice, recientemente recuperados en sus obras completas editadas por el Fondo de Cultura Económica y después este pequeño libro es el porque me di a la tarea de seguir sus pasos literarios.

Mucho contribuyó en mi decisión la acertada presentación que hace de ella Alejandro Rossi quien la describió como un caso rarísimo en nuestras letras por ser, en su opinión, una escritora que conjugaba «una inteligencia transparente y serena -como si tuviese todo el tiempo del mundo para comprender los secretos de una obra o los ineludibles conflictos de una vida-con una percepción muy aguda de los aspectos impersonales y oscuros de la creación artística».

Para el filósofo y autor del Manual del distraído (Fondo de Cultura Económica), Julieta Campos fue una escritora que ejerció «la complicada alquimia de mezclar Razón y Sueño, Análisis e Imaginación, respeto por la claridad y aceptación de los transfondos remotos y anónimos de nuestra existencia».

Fue muy acertado, y con lo cual coincido, al asegurar que quien fuera, por un breve periodo, funcionaria pública en la Ciudad de México, en su pluma tenía una prosa «medida y cristalina», que pasaba con enorme facilidad del ensayo a la novela y viceversa.

Si abrimos la página del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) nos toparemos con que el 7 de enero de 2011 se subieron los datos oficiales de esta escritora, ilustrando el contenido con una fotografía de ella, realizada por el excelente retratista Rogelio Cuellar.

«Nació en la Habana, Cuba, el 8 de mayo de 1932; muere en la ciudad de México, el 5 de septiembre de 2007. Narradora, ensayista y dramaturga. Vivió en México desde 1955. Por matrimonio, adquirió la nacionalidad mexicana. Obtuvo el Doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de la Habana y estudió Literatura Francesa contemporánea en la Sorbona. Fue maestra en la UNAM; directora de la Revista Universidad de México; miembro del consejo de Redacción de Vuelta; presidenta del Pen Club de México (1978-1982) y colaboradora de numerosas revistas y suplementos culturales. Premio Xavier Villaurrutia 1974 por Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina. Parte de su obra ha sido traducida al inglés.”

De regreso a Un heroísmo secreto, publicación en que se comentan tanto libros como autores, en lo que vendría siendo una especie de prólogo, la autora del Oficio de leer reconoce que existen libros que se redactan «al margen de otros, propios y ajenos», y que al escribir de libros que han escrito otros se dan motivos de otros universos en los del propio escritor.

Sentencia que en el bello oficio de escribir hay temporadas de siembra y otras de cosecha, que se van alternando en el día a día del escritor.

Campos fue una escritora muy querida entre sus amigos y colegas. Cuando partió de esta vida terrenal se escucharon siempre loas de su buen oficio de creadora.

Así lo reportaron, al siguiente día de su fallecimiento, Ericka Montaño Garfias y Arturo Jiménez, reporteros de La Jornada.

«Sus restos fueron velados en la funeraria Gayosso de Félix Cuevas, hasta donde llegaron funcionarios, políticos, escritores y editores, quienes resaltaron el trabajo de la autora de Celina o los gatos, tanto en lo literario como en la administración pública.»

Del entonces coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, Gerardo Estrada, los periodistas sobresaltaron que subrayó su oficio de escritora. «Fue innovadora, una mujer de búsqueda, sus novelas vinieron a renovar el panorama de la literatura mexicana».

En su turno, Joaquín Díaz-Canedo, en aquellos días editor del Fondo de Cultura Económica, les comentó a los reporteros que quien fuera Secretaría de Turismo en la administración de Andrés Manuel López Obrador como Jefe de Gobierno fue «una novelista arriesgada, una ensayista muy lúcida, inteligente y aguda. Intelectual pero sensible y comprometida con las cosas de la vida diaria».Por su parte, Silvia Molina, en esos días directora de Literatura del entonces INBA, indicó que quien fuera fundadora del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena de Tabasco, en la administración de su marido, Enrique González Pedrero, fue una escritora muy importante para su generación. «Tenía una fuerza y capacidad de inventiva. Recuerdo su primera novela, Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina. En su narrativa se sentía un sedimento de nostalgia».

¿Qué te pareció este articulo?

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Lorem ipsum dolor sit amet, consectetur adipiscing elit, sed do eiusmod tempor incididunt ut labore et dolore magna aliqua.