Por Javier Gutiérrez Ruvalcaba
La ciudad de Lieja, en Bélgica, está de fiesta por los ciento veinte años del natalicio de su hijo pródigo, el escritor Georges Joseph Christian Simenon, más conocido simplemente como Georges Simenon, y el género «noir», a través del comisario Maigret, es quien más está congraciado con dicho festejo. Esto por ser el personaje de setenta y dos de esas novelas, y treinta y un relatos, publicados entre 1931 y 1972.
Nacido el 13 de febrero de 1903, ya desde muy joven, a los doce años, despuntó como escritor y no tardó en ser referencia del relato policíaco, cuando en 1929 creó la figura del detective Jules Maigret, personaje literario icónico entre los investigadores ficticios.Obsesionado por ser escritor, pese a la negativa de su madre, una supersticiosa mujer que a toda costa intentó evitar que se dedicara a la escritura, realizó diversas labores para hacerse de algo de dinero, en lo que redactaba frenéticamente. Fue ayudante de panadero, vendedor de libros y reportero de un periódico con tintes conservadores, la ‘Gazzette De Lieja’.
En su adolescencia se integró a un grupo con inquietudes artísticas llamado «La Caque», en extremo liberales. Etapa llena de excesos. Hacia 1922, luego de la muerte de su padre, se marchó a París siguiendo una vida libertina, dando inició su adicción al sexo. En la ciudad luz conoció a la cantante Josephine Baker, con quien vivió un tórrido romance. Tuvo tres hijos, una de ellas se suicidó a los 25 años, vencida por la depresión. Ante el trágico suceso, se especuló que una aparente relación incestuosa entre ellos fue el detonante.
Por su actitud antisemita, en el auge del nazismo, se sospechó que fue informante de los alemanes. Harto de ser señalado de colaboracionista del régimen fascista, decide marcharse a Norteamérica, para vivir primero en Canadá y posteriormente en los Estados Unidos, para años después regresar a Europa y asentarse en definitiva en Suiza.
Simenon era tan sagaz al redactar, que en una quincena podía producir una novela. Por eso esa popular frase de Hitchcock, que se le atribuyó un día que le telefoneó y le comentaron que no podría responder por estar iniciando una novela. Dicen que el cineasta jaló una silla, se sentó y le dijo a su interlocutor «Bueno, espero».
Cabe mencionar que el popular comisario, inició su travesía policiaca en la novela ‘Pietr el Letón‘. Estando a la altura de Auguste Dupin, de Edgar Allan Poe; Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle y Hércules Poirot, de Agatha Christie. Tan solo la industria cinematográfica francesa tiene en su haber más de cincuenta filmes donde el comisario es el principal protagonista.
En alguna ocasión reveló que su iniciación erótica se dio un año antes de su inquietud literaria, es decir, a los doce años. Siempre se mostró orgulloso y henchido al señalársele como el hombre de las diez mil mujeres y no únicamente por su prolífica carrera literaria, sino por su adicción al sexo.
Simenon, así como redactaba novela tras novela de manera febril, así de promiscua fue su vida amorosa. Basta leer como se miraba a sí mismo en torno a su obsesiva depredación carnal. «La mujer es lo que más me ha fascinado en la vida. Tenía hambre de todas las mujeres con quienes me cruzaba y cuya grupa ondulante bastaba para enardecerme hasta el dolor físico. ¿Cuántas veces apliqué esta hambre con jovencitas mayores que yo, en el umbral de una casa o en algún callejón tenebroso? O bien entraba furtivamente en algunas de aquellas casas en cuyas ventanas una mujer más o menos gorda y deseable tejía plácidamente».
Lo de las miles de mujeres él se lo adjudicó a propósito, pues en un diálogo con su íntimo amigo, el cineasta Federico Fellini, realizado para una prestigiosa publicación europea, ‘L’Express‘, aseguró que una vez que hizo la cuenta, desde los doce años tuvo diez mil mujeres en la cama. «Y eso no fue vicio. No soy un vicioso sexual, tenía la necesidad de comunicarme».
De haber vivido en este tiempo de las nuevas tecnologías, sin duda que el prolífico creador sería un asiduo practicante del famoso «sexting«.