Cuando el 25 de junio de 1950 las tropas de Corea del Norte cruzaron el paralelo 38 con la intención de unificar la península en un solo ideario político, no solo obligó a los Estados Unidos a brindar apoyo militar a sus aliados del sur, sino también los puso en alerta máxima de que en su propio territorio se plantara la semilla del comunismo.
Un año antes, el arribo al poder de Mao Zedong en la China ya había encendido las alarmas.
Tan solo había pasado un lustro del final de la Segunda Guerra Mundial y un gran número de artistas e intelectuales norteamericanos veían con simpatía a los heroicos soldados de Stalin que habían logrado derrotar a las huestes nazis y varios de sus postulados ideológicos eran vistos con buenos ojos.
Uno de los personajes políticos de aquellos años que aprovechó el pánico del establishment ante la posible filtración de ideas que pusieran en peligro sus posiciones privilegiadas fue el tristemente célebre senador republicano Joseph Raymond McCarthy que a partir de la conflagración coreana inició una persecución sin precedentes a quienes suponía con nexos no solo con la URSS, sino hasta con la China de Mao.
Todo inició en febrero de 1950 cuando un insípido senador por Wisconsin llamado Joseph Raymond McCarthy denunció una presunta conspiración comunista al interior del Departamento de Estado.
El miedo atroz por las ideas marxistas-leninistas hicieron eco en el falaz discurso macartista y así dio inicio uno de los episodios más oscuros en la historia política de nuestros vecinos del norte, la llamada «cacería de brujas», tal como fue descrito por el dramaturgo Arthur Miller en su novela alegórica ‘The Crucible’ (‘Las Brujas de Salem’).
Mediante delaciones y traiciones, principalmente entre el grupo pensante norteamericano, se fue basando la fortaleza del senador y su presidencia en el terrorífico Comité de Actividades Antiestadounidenses.
Acusaba a diestra y siniestra, haciendo un lado los principios básicos de la constitución estadounidense, sus enmiendas primera (libertad de expresión) y quinta (derecho a no testificar contra uno mismo) fueron censuradas en esos días.
Poco a poco, Hollywood se fue poblando de delatores y desempleados.
Nadie osaba contrapuntear al poderoso político republicano, so pena de ser incluido en su lista negra y por ende quedar en la absoluta ignominia.
Hasta que un legendario periodista llamado Edward R. Murrow, basándose en la primera enmienda lo enfrentó, pues el error de McCarthy de meterse con el ejército le dio razón al legendario periodista.
Retratado en gran forma bajo la dirección de George Clooney en ‘Buenas noches, y buena suerte’ (‘Good Night, and Good Luck’), del 2005, e interpretado por David Strathairn, Edward R. Murrow contribuyó de manera significativa a extinguir la locura macartista que asoló en la quinta década del pasado siglo a los Estados Unidos.
Nacido como Egbert Roscoe Murrow, también conocido como «Ed», fue un periodista estadounidense que laboró en la Columbia Broadcasting Company (CBS) y que brincó a la fama al incorporarse como director de operaciones europeas, en Londres, formando un equipo de reporteros para cubrir la Segunda Guerra Mundial, con lo que logró ser seguido por millones de radioescuchas, así como por sus reportajes que lo enfrentaron al entonces poderoso senador republicano por Wisconsin.
Al finalizar las hostilidades militares retornó a la CBS con el cargo de vicepresidente.
Su mediático enfrentamiento con el senador y acérrimo anticomunista se inició con el reportaje dedicado al teniente de la Fuerza Aérea norteamericana, acusado de actividades pro soviéticas cuando sentenció al aire: «Nadie puede aterrorizar a toda una nación, a menos que todos nosotros seamos sus cómplices», y finalizó la emisión de ‘See it now’, ese 9 de marzo de 1954 con el famoso demoledor discurso apuntando al legislador ultraconservador.
«Su principal logro [del senador McCarthy] ha sido el de confundir a la opinión pública, entre las amenazas internas y externas del comunismo. No debemos confundir disenso con deslealtad. Debemos recordar siempre que una acusación no es una prueba y que una condena depende de la evidencia y del debido proceso de la ley.
“No caminaremos con miedo, el uno del otro. No seremos conducidos por el miedo hacia una era de sinrazón, si cavamos profundo en nuestra historia y nuestra doctrina y recordamos que no descendemos de hombres temerosos, no de hombres que temían escribir, hablar, asociarse y defender causas que eran, por el momento, impopulares.
“Este no es el tiempo para que los hombres que se oponen a los métodos del senador McCarthy se mantengan en silencio, o para aquellos que los aprueban. Podemos negar nuestra herencia y nuestra historia, pero no podemos evadir la responsabilidad por el resultado. No hay forma para un ciudadano de una república de abdicar de sus responsabilidades.
“Como nación hemos recibido nuestra plena herencia a una edad tierna. Nosotros proclamamos ser, y de verdad lo somos, los defensores de la libertad, dondequiera que esta continúe existiendo en el mundo, pero no podemos defender la libertad en el exterior mediante su abandono en casa.
“Las acciones del joven senador de Wisconsin han causado alarma y consternación entre nuestros aliados en el extranjero, y dado un considerable confort a nuestros enemigos.
“¿Y de quién es la falla? En realidad no es suya. Él no creó esta situación de miedo; él meramente la explotó, y más bien exitosamente.
“Casio estaba en lo cierto: ‘La falla, querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos'».
Siendo ya un personaje incómodo para la clase política norteamericana, el reinado del patriarca del anticomunismo fue expulsado del Comité en una moción de censura por el senado acusado de «conducta impropia», por 67 votos contra 22.
La típica frase de despedida de Murrow al finalizar su segmento, «Buenas noches y buena suerte» («Good Night, and Good Look») estuvo por décadas presente en la memoria colectiva del estadounidense informado.
Para quien quiera ver la película, esta se encuentra bajo la modalidad de compra y renta en AppleTV, YouTube y Google Play.