Por Óscar Fernández
“No es que escribir me produzca un gran placer, pero es mucho peor si no lo hago”
Paul Auster, la pluma que deconstruye para reconstruir una historia tan real que deja la ficción sin fisuras. Y aunque es defensor de la ficción, reconoce en los lectores que se emocionan con algo que no puede ser cierto ni congruente con la vida cotidiana un sentimiento sincero, pero cuestionable, por tal motivo Auster sabe introducir en su maravilloso entretejido esas diminutas conexiones donde ambas cosas se pierden dando como resultado magistrales obras con una verosimilitud incuestionable.

Nada es real, excepto la casualidad, así empezó su trilogía ambientada en la ciudad de Nueva York, y la estatua de la libertad que es su emblema, en esa parte del mundo de la que es originario el autor basó la mayoría de sus escenarios, empezando por “Ciudad de Cristal”, 1985, una reinvención de la novela policiaca protagonizada por Daniel Quinn, quien perdió a su esposa y a su hijo en un accidente aéreo. Un escritor retirado que continúa escribiendo novelas con un seudónimo, Daniel Quinn en sus iniciales D. Q. le hace un reconocimiento a Don Quijote, novela de la que Auster es fanático. Continuando con la trama, Quinn recibe una llamada, buscaban un detective y allí se desata la historia en una metaficción donde nos adentramos a elementos que son como cajas encerradas y cada vez que abrimos una aparece otra y así son más cajas dentro de cajas.
Quinn al recibir la llamada decide hacerse pasar por el detective y se encuentra con un tal Peter Stillman, quien fue encerrado y aislado por su padre hasta los 12 años con la intención de conocer el leguaje natural del ser humano, o la tabla rasa, como si estuviéramos programados sin necesidad de aprender, ese fue el experimento del padre quien por ese motivo fue encarcelado. Peter crece con problemas y se entera que su padre va a salir de prisión, entonces decide contratar al detective para seguir al hombre y sus movimientos descontrolados.
Daniel Quinn sigue al loco personaje que tiene comportamientos extraños rompiendo el arquetipo del detective convencional, manejando un cambio narrativo lleno de juegos de ficción, pero hay credulidad en el lector, aunque se rompan los paradigmas de la novela policiaca, es una apología y una parodia para ir más allá del solo resolver un caso, llega a la raíz de encontrar una identidad diluida en un Nueva York tan diverso.

En la trilogía que inicia con “Ciudad de Cristal”, le siguen los libros “Fantasmas” y “La Habitación Cerrada” que nos llevaran más lejos aún. Esta trilogía fue la que le dio fama mundial a Paul Auster, quien hoy es candidato al nobel, aunque sus premios y distinciones van más allá de un escritor convencional, pues es Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia, Premio Príncipe de Asturias, entre muchos otros.
“Una mentira nunca puede deshacerse, ni siquiera la verdad es suficiente”
“Leviatán” es otra de sus grandes obras, empieza con un personaje misterioso que estaba construyendo una bomba casera y se voló accidentalmente a un lado de la carretera, su cuerpo quedó en mil pedazos, y es así como en la analogía de sus letras vamos a reconstruir al personaje y darle vida nuevamente para saber quien era. Un desafío que nos plantea el escritor americano con esta novela.
La historia publicada en 1992 está contada al revés para llegar al principio donde Peter conoce a Sachs. Cuando Peter se enteró del hombre que voló en mil pedazos a un lado de la carretera se acordó de su amigo, entonces junto a los pedazos del cadáver el FBI encontró unas iniciales y el teléfono de Peter. Peter se las arregló para no levantar sospechas y cumplir una promesa que había hecho. Peter iba a contar la historia de Sachs, esta novela es inclasificable, puede ser thriller, novela policiaca o memorias, aunque ficción.

Los dos amigos eran escritores que vivían en Nueva York, Peter narra como Sachs se convierte en quien quería ser, con una pizca de locura, historia impecable, con personajes más complejos que la trama, nos muestra como la realidad supera a la ficción.
Abarcar a Paul Auster es difícil, imposible de pillarle en la mentira, no tiene fisuras en su ficción, cuida cada detalle con una precisión que se cubre las espaldas de una manera en que el lector no se cuestiona durante la lectura que es real y que no lo es, un maestro que encubre realidad y ficción y nos deja con la intriga de saber que es real y que no lo es, si es que eso tiene importancia.
“La realidad no existe si no hay imaginación para verla”