Este año, recibí la llamada de una periodista que quería preguntarme si podía unirse a mi contingente en la marcha del 8M. Con sorpresa respondí que saldría de viaje y que le compartiría algunos contactos de artistas que seguro estarían militando activamente.
Yo no he ido a una marcha nunca. Quizá por este motivo y otros, he tenido un par de desencuentros con feministas practicantes. ¿Qué haria pensar a esta colega de la prensa que no sólo soy feminista, sino que lidero un contingente?,
A todo esto, siempre estuve segura de ser feminista. En la UNAM tomé todas las materias al respecto con las vacas sagradas en torno al tema. En la Complutense me empapé del movimiento, francamente más maduro que aquí. Especialmente creo que llevo una vida, en casi todos los aspectos, que las feministas buscamos tener: autosustentable, autodeterminada, libre, y equitativa. Con redes de apoyo de mujeres que nos contenemos. Con trabajo equidistante con los colegas hombres y superadas en muchas creencias limitantes y anacrónicas.
Sin embargo, este año he dudado de mi posicionamiento. Tal vez tengan razón mis detractoras y no es verdad que soy feminista. Quizá sea cierto lo que dicen. Que aunque pregono la sororidad y señalo las desigualdades cuando las veo, por primera vez, cegada por los celos, me he contrapunteado con un par de congéneres a las que he descrito con palabras ofensivas que evocan características físicas, iniciando competencias insanas, que he observando obsesivamente en sus redes, y he dudado de mí y mi valía como persona.
“La monogamia es un invento patriarcal y capitalista que aplica sólo para las mujeres, con el que garantizan la legitimidad de sus herederos”, me dijo Viviana Martínez, artista feminista simpatizante con el anarquismo, en entrevista para Soft Magazine. Un par de horas antes yo no podía más que pensar: ¿Y si me engañan?, ¿Y si otra mujer me provoca para hacerme dudar de la relación hermosa que tengo?, ¿Porqué ella quiere hacerme daño si no me conoce?, ¿Y si no soy suficiente?, ¿Y si he envejecido?, ¿Y si…? .
Así quedé presa del sistema que nos engulle y nos ataca, en el lado más flaco, desde dentro y cuando más descuidadas estamos. Fallando a todas mis convicciones. Compitiendo con otra mujer y anulandome, sin motivo real alguno.
Sucumbí ante una trampa infalible: El amor romántico. Y con él la posesión, el control, la competencia y la inseguridad que el sistema opresor, nos hace interiorizar desde niñas.
Así hoy derrotada por el patriarcado, bajo el dolor, confieso que he fallado, pero que abrazo mis contradicciones. Lo hago consciente y repito desde el fondo de mi corazón, lo que he dicho siempre: nos urge cambiar especialmente lo que sucede detrás de la puerta de nuestra habitación. Cambiar completamente nuestra percepción y actuar en la vida íntima y la relación que tenemos entre nosotras.
Las acompaño hermanas