¿Qué pasa cuando nuestros hijos están en algún dispositivo, qué información consulta y qué contenido producen? ¿Lo sabemos o lo intuimos?
“Si tú no educas en tecnología los estás poniendo en riesgo porque tus hijos están viviendo en un entorno que es tecnológico independientemente de lo que tengas o no en casa”, Cristina Fortuny, autora de Crecer entre pantallas
Sí, las tecnologías son parte ya de nuestra vida, están en todos lados, las ocupamos en cualquier ambiente sin importar si es para cuestiones personales, de trabajo, educación o entretenimiento. Incluso podría decirse que nadie está exento de ellas, va más allá de lo que decidimos o podemos tener o no en nuestras casas.
Siempre se dice que nada debe hacerse en exceso o si se opta por ello (porque qué tanto es el exceso) se haga con la debida precaución y bueno utilizar pantallas también debería ser bajo criterios razonables, con responsabilidad y conscientes de las consecuencias que podría acarrean.
Preceptos que son necesarios también para niños y adolescentes. Quizá en este punto, usted, amable lector dirá que ellos no deberían utilizarlas o si han decidido que tengan acceso a ellas posiblemente han puesto algunas restricciones o permiten que las aplicaciones o las restricciones que el producto trae de fábrica son suficiente.
Si cae en alguna de esas categorías o tiene hijos entre esas etapas, será importante que nos acompañe en la lectura de la entrevista que Cristina Fortuny dio a Softmagazine respecto a su libro Crecer entre pantallas (Ediciones Urano), el cual está dirigido a padres que tienen un hijo o hijos entre los 10 y los 16 años, esas edades en que es muy común que puedan caer entre los peligros que pudiera provocar un mal uso de las tecnologías y quizá no lo saben o no son realmente conscientes de ello.
El vínculo, ante todo
El tema del uso de la tecnología en los padres en ocasiones se aborda desde la culpa, por estar o no presentes, por darles un dispositivo, por creer que darlo resta responsabilidad, de acuerdo con Cristina Fortuny. En consecuencia, el libro está escrito para que cualquier persona pueda leerlo sin sentirse juzgado ni con culpable, porque al final la tecnología está presente y continuará en nuestras vidas.
“Lo que traté es que fuera una invitación para que cada quien dentro de sus valores, su realidad o contexto pueda acompañar a sus hijos en el uso de la tecnología hasta el extremo que puedes leer el libro y en tu casa no haya tecnología, pero si tú no educas en tecnología los estás poniendo en riesgo, porque tus hijos están viviendo en un entorno que es tecnológico independientemente de lo que tengas en casa, en el momento que salga de tu casa ahí va haber pantallas, entonces si no educas en temas de protección de seguridad, en el pensamiento crítico, estarán expuestos, desprotegidos y no van a saber cómo actuar ni cómo protegerse.”
Por ello, la autora hace énfasis en el vínculo y la comunicación que debe tratar de forjarse día a día y desde el principio, para que exista más confianza y los conocimientos fluyan, además de tener confianza para poder transmitir las experiencias al tiempo de estar conscientes que estamos en una época donde los hijos también tienen mucho que enseñar a sus padres.
“Cada familia cada papá cada mamá con sus valores, con sus recursos encuentren en Crecer entre pantallas herramientas y estrategias que le permita acercarse a sus hijos, que es lo más importante, para que, a partir de esa cercanía y ese vínculo, puedan ir construyendo conversaciones donde les permita enseñar y le puedan plantear al adolescente ¿y tú has considerado esta posibilidad? Porque al final de cuentas no tienen experiencia como nosotros y con ese vínculo le puedes hacer ver que ese video que iba a compartir en Tick Tock iba a ofender a alguien sin la intención. Son chavos, su cerebro está en pleno desarrollo y esa visión a futuro también se les dificulta.”
La autora ha dado cientos de conferencias entorno a la vida entre pantallas en la infancia y la adolescencia. También sabe que los padres están preocupados por saber cómo pueden ayudar a sus hijos a utilizarlas y no ser una presa de ellas o bien ser los creadores de contenido que atentan en contra de otros, pero que esa no era la intensión que tenían o hacer pedidos que podrían poner en riesgo a quien les solicitan que hagan alguna acción.
Una práctica común es definir el tiempo de uso de la tecnología (se trate del dispositivo que sea), sin embargo, hay que considerar que más allá del periodo permitido para utilizarlas lo que debe considerarse es el uso que se le dé.
“Es importante que como padres tengamos en cuenta que estamos entregando dispositivos para muchísimas cosas. Definir cuánto tiempo usar va a estar muy atado a ese tipo de usos. No es lo mismo 40 minutos entretenimiento positivo o estar consumiendo contenido peligroso o programando o jugando un videojuego que quizá están aprendiendo sin darse cuenta conceptos matemáticos. Lo que va a resultar de esos 40 minutos va a estar ligado a qué se está usando en esa pantalla, entonces como papás nos podemos valer de diferentes herramientas para proteger.”
Cristina por años ha estudiado la nueva forma que tienen los niños y adolescentes de relacionarse a través de las redes sociales, al tiempo de analizar las variables que son decisivas para que estos nuevos estilos de vida sean sanos y socialmente responsables. Por ello, entre sus recomendaciones están hacer uso de las herramientas que la misma tecnología permite configurar respecto al contenido que se puede ver, mientras el usuario no lo esté buscando activamente.
“Al final si el niño o el adolescente tiene curiosidad por la sexualidad otro tipo de temas y buscan activamente contenido, no va a ver filtro que ellos no puedan superar, porque ellos cuentan con habilidades más avanzadas y no hay nada 100% imposible por eso no se puede basar nuestra estrategia de educación solo en esas en esas plataformas.”
El pensamiento crítico
Por otra parte, indica, “en especial en el consumo y la creación de contenidos el pensamiento crítico se ha vuelto una competencia vital y fundamental para vivir en la era entre pantallas, porque va a hacer el filtro, es lo que va a ser que el niño o el adolescente haga una pausa y se pregunte ¿este contenido es para mí? Y no necesariamente porque sea un contenido peligroso”. Por ejemplo, agrega, al ver programas y series cuyo contenido provocan alteraciones, intranquilidad, sabrá que verlos no es bueno, quizá para otras personas sí, pero para ellos no. Entendiendo esto, podrá ir aprendiendo a cuidarse de ese contenido que resultó peligroso por las sensaciones que le provoca. O bien al momento de crear contenido, podrán utilizar el mismo criterio, el cual se va desarrollando en casa y en la escuela, y así podrá ir aprendiendo poco a poco cuando estén creando contenido, un video, una publicación, podrá cuestionarse “me estoy comprometiendo, estoy comprometiendo a alguien más en qué tipo de riesgos me estoy poniendo”.
En su libro Cristina, desde una perspectiva de apoyo, tiene como fin que los padres puedan encontrar mecanismos y opciones para transitar el camino de la enseñanza del uso responsivo de la tecnología partiendo desde los valores que cada persona tenga y la comunicación entre ellos y los niños y jóvenes se dé casi de forma natural, incluso si en el trayecto la hija o el hijo se equivoca, poder hacer contención, dar una solución si la hay y seguir adelante.
En sí, el hilo conductor de Vivir entre pantallas es el vínculo entre los padres e hijos, así como la educación que se brinde, por lo que al leerlo les será fácil encontrar y poner en práctica lo que más se acomode al esquema que tienen desde los primeros años de vida de los hijos.
Los enemigos públicos: cyberbullying y sexting
Temas como cyberbullying y sexting son abordados desde un punto que involucra tanto a víctima como quien lo provoca, en el caso del primero, o lo pide, en el segundo. Por ello, Cristina decidió ahondar en ambos temas e incluso dedicarles un mayor espacio a ellos.
Los peligros como el bullying han existido desde antes del uso masivo de la tecnología, solo que en ocasiones no era tan visible, como lo explica la especialista, bastaba con decir que había ido bien en la escuela y sonreír para que no se dieran cuenta de ello. Ahora ese problema se ha extendido con la tecnología y es más fácil para los padres detectarlo ya sea por alguna publicación en Internet o bien mediante un correo electrónico.
Sin embargo, lo que no cambia es que siempre se le brinda más atención a la víctima, pero hay un personaje que se le deja fuera y es al propio acosador, que al final también es menor de edad, “que a través de estas conductas nos están pidiendo ayuda también y hoy en día cualquier programa de bullying o ciberbullying hay que seguir protegiendo a la víctima y brindarle el apoyo y la protección que se merece, pero esos programas que no incluya también apoyo al acosador quedan incompletos”.
En este tema, que la autora lo aborda en un capítulo completo, señala que, por lo general, “nosotros como padres nos preocupa que nuestros hijos sean la víctima, pero pocas veces nos planteamos que nuestro propio hijo o hija sea el acosador o presente conductas de bullying porque nadie quiere eso”.
Está comprobado, dice, “que son personas que no son felices lo cual es difícil porque uno y nuestros hijos ven casos de personas famosas que llegan a posiciones de poder con conductas de bullying entonces pueden llegar a creer que a lo mejor es parte del éxito comportarse así. El punto es que son personas que están muy solas y que las personas que están con ellos y que las rodean lo hacen por tenerles miedo y yo creo que ningún padre desea para un algún hijo el que las relaciones que tenga no sean porque quieren estar con él por la persona que es sino porque les da miedo lo que les puede hacer si no están con él.”
Respecto al sexting, considera que esto es algo completamente diferente y que no existía hace algunas décadas, “antes no era posible y era ridículo tomarse una foto e ir a revelarlas”, ahora es más sencillo tomarse una foto con contenidos íntimos y enviarlos a través de cualquier dispositivo electrónico y puede salirse de control provocando en quienes aparecen en ellas afectaciones severas que podrían producir finales trágicos.
Al respecto, apunta que en Crecer entre pantallas trata de explicar por qué lo practican quienes lo hacen y de qué forma se puede tanto en la prevención de evitar que envíen ese tipo de material y también que no las pidan.
“Tradicionalmente el discurso se centra en que no las envíes, pero cuando tú hablas con las personas que las envían algo que las saca mucho de onda es que se las pidan y hay gente que piensa que es fácil decir que no y no todas las personas tienen la opción de negarse y tú dirás ¿por qué?: uno porque pueden estar siendo víctimas de chantaje o acoso; dos, porque quien se la pide puede ser una persona que para ellos o ellas resulta muy especial y temen perder esa relación.
“Entonces trato de explicar el por qué las envían, el por qué es importante educar para que no las pidan porque están poniendo a la otra persona en una situación y decisión compleja, y también qué pasa si las mandó. Las cifras no disminuyen y son muy constantes. Entre 13 y 15% de los adolescentes entre 13 y 17 años al menos una vez han enviado este tipo de contenido que se considera sexting. ¿Cómo se puede apoyar a estas víctimas?, El libro está lleno de recursos muy humanos, muy aterrizables, para que cualquiera pueda entender qué conversaciones debes tener.”
Para recordar
La misma estructura del libro permitirá leerlo en orden o primero aquellos temas que más importan en ese momento o bien, leer el final de cada capítulo donde ofrece un resumen, así como ejercicios que puede hacer. Ambos aspectos lo convierten en un manual y en un libro práctico. Claro, si al leer esa parte encuentra temas que desea ahondar, al leer el capítulo podrá comprender más el tema o aprender mejor la estrategia planteada.
La propuesta es que se vive en una era donde el conocimiento es intergeneracional; es decir, antes los esquemas jerárquicos de transferir conocimiento eran de padres a hijos, ahora alguien 20 años menor puede sabe más del tema que los padres, esto puede afectar en el ego, “porque nos quitó nuestro momento. Pero si lo volteamos y lo vemos desde el punto de vista de la oportunidad ahora el conocimiento es intergeneracional. Los adultos les estamos enseñando ciertas cosas a los menores, pero ellos tienen ciertas cosas que enseñarnos, llegan de clase y sabrán más de un tema o manejar una plataforma que nosotros no sabemos”. Ellos, agrega, están interactuando más a través de la tecnología, están pensando en varias cosas, sin querer están usando más el cerebro. Si nos mantuviésemos cómodos en el pasado, no se hubiera evolucionado tanto”.
“Es una invitación como generación a acercarnos a los más jóvenes, a tratar de hacer este acercamiento desde la curiosidad y no desde el juicio, porque con estas posturas que a veces mantenemos tan rígidas sobre el uso de la tecnología, lo que podríamos estar haciendo es alejándonos y aquí lo más importante que he descubierto y que puedo compartir es que el mejor escudo protector es la relación que tenemos con nuestros hijos.”