¿Cómo mantiene el cerebro la noción del tiempo? El papel del cuerpo en nuestra percepción temporal
Por Víctor Hugo García Plascencia
Al entender cómo el cerebro y el cuerpo interactúan para crear nuestra percepción del tiempo, nos damos cuenta de que no estamos totalmente a merced del reloj. Ser más conscientes de nuestro cuerpo, prestando atención a las señales que nos envía, puede alterar nuestra experiencia del tiempo, ayudándonos a vivir con más plenitud.
¿Te has preguntado por qué a veces un minuto puede sentirse como una hora, mientras que horas enteras pueden pasar en un abrir y cerrar de ojos? Esta curiosa paradoja nos acompaña en nuestra vida diaria y nos lleva a cuestionar cómo nuestro cerebro percibe el paso del tiempo. Aunque el dicho popular afirma que «el tiempo vuela cuando te diviertes», nuestras experiencias parecen contradecirlo en ocasiones. Los científicos han avanzado mucho en comprender cómo percibimos el mundo a través de los sentidos y cómo planificamos nuestras acciones, pero la percepción del tiempo sigue siendo un enigma. Sin embargo, nuevas investigaciones sugieren que nuestro cuerpo, y en particular nuestro corazón, podría tener un papel fundamental en esta percepción.
¿Por qué percibimos el tiempo de manera diferente?
Nuestra percepción del tiempo varía según la experiencia que estemos viviendo. Por ejemplo, cuando viajamos a un lugar nuevo, el tiempo parece ralentizarse debido a la cantidad de estímulos novedosos que recibimos. En contraste, durante una reunión aburrida, los minutos pueden parecer interminables. Esto sucede porque nuestra percepción del tiempo está influida por el nivel de interés o emoción que sentimos en el momento.
El efecto «oddball» ocurre cuando un estímulo novedoso o inesperado parece durar más que aquellos a los que estamos acostumbrados. De manera similar, el efecto de la memoria «flashbulb» explica por qué recordamos con mayor claridad y por más tiempo eventos que nos impactaron emocionalmente, como una noticia sorprendente o un accidente.
El psicólogo Marc Wittmann, experto en la percepción subjetiva del tiempo, ha estudiado cómo nuestras experiencias influyen en la sensación de que el tiempo se acelera o se alenta. Según Wittmann, conforme envejecemos y nuestras vidas se vuelven más rutinarias, el tiempo parece pasar más rápido. Esto se debe a que, con menos experiencias nuevas, tenemos menos eventos para recordar y procesar, lo que da la sensación de que el tiempo subjetivo se acelera. En cambio, una vida llena de nuevas experiencias nos da la impresión de que el tiempo transcurre más lentamente.
El cerebro y su «reloj interno»
El trabajo de Wittmann se basa en las ideas del neurocientífico Bud Craig, quien planteó que percibimos el paso del tiempo a través de la conciencia de las sensaciones corporales. Según Craig, el cerebro interpreta los cambios fisiológicos continuos del cuerpo, como la frecuencia cardíaca, para formar nuestra noción del tiempo. Estos cambios son procesados por una región del cerebro llamada corteza insular, ubicada profundamente en el cerebro, responsable de integrar las sensaciones corporales, las emociones y la conciencia.
Para probar esta teoría, Wittmann llevó a cabo investigaciones mediante resonancias magnéticas funcionales (fMRI). En uno de sus experimentos, los participantes escuchaban un tono y, tras detenerse, debían pulsar un botón para estimar cuánto había durado el sonido. Los resultados mostraron que la actividad de la corteza insular aumentaba gradualmente conforme transcurría el estímulo, lo que sugiere que esta región actúa como una especie de cronómetro interno, ayudando al cerebro a medir el tiempo.
Estas investigaciones refuerzan la idea de que la corteza insular es clave para registrar la duración de nuestras experiencias, tanto en el momento en que ocurren como cuando las recordamos. Al integrar las señales corporales, esta región cerebral nos permite tener una percepción coherente del tiempo que pasa.
El papel de las señales corporales en la percepción del tiempo
Más allá de ser una región cerebral dedicada al tiempo, la corteza insular y otras áreas del cerebro trabajan en conjunto con las señales del cuerpo, como el latido del corazón, para formar nuestra percepción temporal. Estudios recientes han demostrado que el estado del corazón influye directamente en cómo experimentamos la duración de un evento. Por ejemplo, si un estímulo coincide con una contracción del corazón, este se percibe como más breve que si coincide con el momento de relajación del corazón.
La investigadora Irena Arslanova, de la Universidad Royal Holloway de Londres, ha encontrado que el ritmo del corazón tiene una influencia causal sobre nuestra experiencia temporal. Aunque su enfoque ha sido en el corazón por ser más fácil de medir, sugiere que otros órganos viscerales, como los pulmones o el sistema digestivo, también podrían estar relacionados con esta percepción. Las fluctuaciones internas del cuerpo juegan un papel crucial en cómo percibimos el tiempo, y podemos influir en nuestra percepción temporal al ser más conscientes de nuestras sensaciones corporales.
Cómo modificar nuestra percepción del tiempo
Según Wittmann, al aumentar nuestra conciencia corporal y vivir el presente, podemos influir en cómo experimentamos el paso del tiempo. Las personas que practican meditación y están más conectadas con sus sensaciones internas tienden a percibir el tiempo de manera más pausada. En sus estudios, se ha demostrado que quienes tienen mayor conciencia corporal juzgan que el tiempo ha pasado más despacio durante la semana o el mes anterior.
Por ejemplo, cuando estamos esperando en una fila larga, los minutos pueden parecer eternos. Sin embargo, al practicar técnicas de atención plena y enfocarnos en nuestra respiración y sensaciones corporales, podemos reducir la ansiedad y alterar nuestra percepción del tiempo, haciéndolo más llevadero. Del mismo modo, al estar plenamente presentes durante momentos agradables, como una tarde con amigos, podemos «estirar» el tiempo y disfrutar más de la experiencia.
Aplicaciones prácticas y beneficios
Entender la conexión entre nuestro cuerpo y la percepción del tiempo tiene implicaciones prácticas. Al ser más conscientes de nuestras sensaciones corporales, podemos aprender a gestionar mejor el estrés y la ansiedad. Las prácticas de mindfulness y meditación no solo mejoran nuestro bienestar mental, sino que también nos permiten tener una relación más saludable con el tiempo, sintiendo que vivimos con más plenitud.
Además, esta comprensión puede ser útil en contextos terapéuticos. Personas que sufren de trastornos de ansiedad o depresión a menudo experimentan distorsiones en la percepción del tiempo. Las terapias que incluyen entrenamiento en conciencia corporal podrían ayudar a estas personas a regular su experiencia temporal y mejorar su calidad de vida.
La próxima vez que sientas que el día pasa volando, prueba a ser más consciente de tus movimientos y sensaciones. Toma un respiro, siente el ritmo de tu corazón y sumérgete en el presente. Al hacerlo, no solo disfrutarás más del momento, sino que también podrás influir en cómo percibes el paso del tiempo.