blue and green spin toy
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Una infancia descontinuada

Por Óscar Fernández

“¡Por el poder de Greyskull!” gritaba He-man al defender Eternia de las fuerzas malvadas de Skeletor. Esos eran nuestros juguetes, unos muñecos articulados y musculosos que giraban su cintura para dar un puñetazo frontal, así como la nostalgia nos golpea a los coleccionistas que buscamos aquellos juguetes que nos transportan a nuestra infancia.

He-Man y los Masters del universo

Que felicites fuimos hablando desde la Montaña Serpiente y su micrófono que nos distorsionaba la voz para hablar en el tono del malévolo Skeletor, o quienes tuvimos el castillo de Greyskull donde Sorceres guardaba todos los secretos del poder de He-man.

Para los niños era la caricatura de la época, según yo recuerdo He-man estaba en todas las casas, los muñecos de la primera edición se vendían al nivel que las niñas tenían barbies entre sus preferencias.

Un poco después llegaron los Thundercats, Mumm-Ra, el inmortal y Leono que con un anillo de pilas encendían sus ojos, los del malvado se tornaban en un rojo intenso, los del señor de Thundera tenían un amarillo tenue. Entre esos juguetes estaba el tanque felino, una belleza en diseño y una reliquia para quienes con la ilusión de los años que podían contase con las manos lograron jugar con esa pieza que hoy es imposible de encontrar.

No puede haber alegría más grande que esperar a los reyes con la ilusión de un niño, ilusión que solo un coleccionista de viejos juguetes puede evocar. Que felicidad en los años ochenta comerse un bollicao, un bocadillo de nocilla o un regaliz, en España o en México un chicharrón preparado, una chaparrita, o una lulu. Y es que hay cosas que nunca debieron haber desaparecido. 

En aquella época llegó la fiebre del yo-yo, había unas ediciones especiales con algunos que brillaban, sacaban chispas o encendían sus luces, los torneos en que se podían hacer piruetas y demostrar quien tenía más dominio del juguete llegaron a programas como el de Chabelo, y se llegaron a ver proezas de expertos que le dieron un segundo aire a aquel sencillo juguete. No obstante y poco tiempo después regresó el trompo, y se quedó muchos años, nunca había visto tantos juntos y de todas las maneras posibles; los hubo de cuerda, otros de barra con propelas para quienes nunca aprendieron a tirarlo, también estaba el trompo grande que dentro guardaba un trompo pequeño que tenía que salir a bailar en conjunto, y en los ochentas si no manejabas el trompo estabas obsoleto, así como las apuestas de canicas, en una partida podías agrandar o perder tu colección, eran como ojos de gato, las joyas que los niños nos disputábamos en una apuesta en plena acera, también era la forma de ganar amigos entre los populares, pues quien más canicas tenía era de otra jerarquía.

Una colección inolvidable fueron los halcones galácticos, al presionarles las piernas haciendo que se juntaran desplegaban las alas; eran brillosos, metálicos, únicos, tan diferentes a cualquier colección que jamás se había visto nada igual. Fueron descontinuados y para desgracia de los coleccionistas los muñecos iban perdiendo el brillo para finalmente despintarse.

Eran radiantes una vez sacados del blíster, todos traían un halcón entre sus accesorios, rayo de plata, los hermanos de acero, niño de cobre, vaquero, el capitán telescopio unían sus fuerzas contra el malvado Moustron que desde Tenebria aliaba a las fuerzas de bandidos que saqueaba la galaxia, como Artillero, Varón Sierra, Busefalo, Molecular o Vendabal.

Los mercados en aquel tiempo eran indispensables para adquirir los juguetes que llegaban a cualquier rincón, a cualquier barrio, pues parecían tiempos de bonanza donde casi todos teníamos acceso a los mismos juguetes. Existían unas ediciones de muñecos bélicos, un Boina Verde y un Boina Roja que alineaban un ejército, ilustrando todos los puestos que hay en la guerra, desde el soldado raso y su aspecto, hasta los pilotos aviadores.

Fueron juguetes en los que en los diseños se dieron pasos de gigantes, pues los Transformers, podían volverse robots o coches, incluso naves o aviones, o en los cazafantasmas, había muñecos con aspecto de humano y al mover algunas partes se transformaban en monstros, haciendo también una colección de los monstruos clásicos como Drácula, Frankenstein, El hombre lobo, Quasimodo o la Momia.

Esos fueron los ochenta, llenos de nostalgia y buenos recuerdos. Nunca nos faltaron los álbumes de colección de las mismas caricaturas, intercambiar estampillas para completar el álbum y comprar los cromos en el puesto de periódicos.

Todos tuvimos un muñeco favorito en cada colección, mi primer juguete fue Zodac, un malvado aliado de Skeletor en la colección de He-man, también recuerdo a Acerino y Rayo de Plata de los Halcones Galácticos o al primer Mumm-Ra de los Thundercats.

Aún hay eventos donde los nostálgicos que han dejado trozos de su infancia buscan rencontrarse con aquellos momentos de felicidad, pues una colección no siempre nos evoca poder, tal vez un recuerdo sea más que suficiente, pues los niños de mi época admirábamos el juguete, lo llevábamos a todas partes y hoy lo llevamos en la mente y en el corazón.

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