El Gardel de la pelota

Por Óscar Fernández

No me recuerden como persona, recuérdenme como futbolista

Diego Armando Maradona

Hubo un rematador nato, y se llamó Pelé, pero si alguien tenía la técnica y la magia, ese fue Maradona. Más allá de ser un futbolista fue un personaje polémico que se convirtió en el símbolo informal de una nación; su natal Argentina, ¿Quién no recuerda esa camiseta de franjas azul cielo y blancas ajustándose a un número 10 estampado en negro profundo? Así se hizo leyenda “La Mano de Dios”. Tal vez con la tecnología actual, la mano de Dios no se hubiera alzado con el triunfo, sino con la derrota.

En una charla de cerca con Guillermo Blanco, quien fue el jefe de prensa de Maradona y además un amigo muy cercano, pues lo conoció y lo descubrió con tan solo 12 años en los Juegos de Evita, que son una causa deportiva y solidaria para los jóvenes y niños de escasos recursos en la Argentina.

Guillermo trabajaba para la revista El Gráfico, y cuando fue a conocer a Diego, el joven Maradona miró al periodista con admiración, pues que alguien de la revista El Gráfico llegara a su casa simbolizaba un gran comienzo.

Ahora conozcamos a Guillermo Blanco de cerca, pues es él quién nos ha brindado en esta charla algunas anécdotas y situaciones personales del futbolista. Blanco de profesión periodista trabajaba para la revista El Gráfico, un medio deportivo que acompaño a la afición argentina casi 100 años, desde 1919 hasta 2018. El deporte en su sitio era el lema de aquella revista ilustrada con portadas y títulos que invitaban a leer su contenido.

Guillermo un amante del periodismo y del deporte, vivió en el mundo en el que se abrió desde la humildad hasta poder llegar a conocer a las grandes figuras, su primer encuentro con El Gráfico era ir al quiosco de la esquina y comprar la revista todos los martes. Terminó la secundaria y se fue a Buenos Aires a vivir en casa de una tía, para Blanco el fútbol pasó de ser un deporte a periodismo, entró a trabajar en medios que inmediatamente le abrieron la puerta, como Crónica, la revista Gol, hasta que en 1977 lo convocaron para trabajar en El Gráfico.

Estando en aquella revista llegó a la selección argentina y las puertas se le abrieron de par en par, conocía a los jugadores y convivía con normalidad con ellos. Y fue así como de un momento a otro a la gente que leía, que admiraba por sus notas, la tenía ahí de frente, almorzando con él, conviviendo el día a día. Guillermo Blanco se sintió pleno al ver su nombre en la edición al lado de su maestro Juvenal, al volver a su pueblo sentía el respeto de sus paisanos, ya era un referente y su vida dentro del medio fue impresionante, cubrió mundiales, conoció a Muhammad Ali, a Jesse Owens, quien fue el primer afroamericano en conquistar 4 medallas de oro en salto de longitud y carrera de relevos; echó por tierra la supremacía blanca, pues levantó sus medallas en la Alemania de Hitler, en Berlín de 1936. 

El Gráfico era la biblia del deporte, El Gráfico acompañó al deporte argentino y el deporte argentino al Gráfico durante un siglo dorado, en el que ocurrieron los sucesos deportivos más destacados, empezando por los mundiales y las copas que Argentina acumuló en su vitrina.

Guillermo Banco entre tantos personajes emblemáticos con los que trató, se quedó con Diego Armando Maradona, fue en su ida al Barcelona en 1982. Jorge Cyterszpiler vio la necesidad del jugador por ser arropado por alguien de su tierra y esa tarea se la encomendaron a Blanco, quien además de cumplir con las actividades de prensa, trabajó fundamentalmente para él. Guillermo entró en el corazón de Maradona, le aportó una importante amistad, y desde el silencio Guillermo hizo lo propio para que el astro creciera ante los medios, cuidando su imagen desde un lugar privilegiado en el que pocos podían estar. Sus confidencias, sus viajes, sus partidos, tanto en el Barcelona como en el Nápoles. Volcó tantas cosas del ser humano haciendo un libro “El hombre, el mito y el campeón”. 

Maradona llegó más alto de lo que podía imaginar, empezó a aparecer en notas con Di Stéfano, que para muchos fue el futbolista argentino que había hecho una historia imposible de superar. Aunque Rivelino era su ídolo terrenal, le gustaba la manera de jugar del futbolista brasileño, pero hay una asignatura pendiente, conocer al Rey. Fue entonces que Diego le pide a Guillermo hacerle una visita a Pelé en abril de 1979, quien para ese entonces era el exponente más alto en cuestión futbolística y al parecer en toda la historia. Tenía que realizarse ese encuentro, fue así como Guillermo llevó a Diego con Pelé, hicieron una cuestión afectiva que duró cerca de una hora en Rio de Janeiro, Diego le comentó que había hecho un gol con la mano, le vino la pelota y la bajó con el brazo, aunque terminó anotando con el pie. Una anécdota graciosa donde Maradona esbozó una sonrisa al final de contarla. Entonces Pelé le aconsejó – No te preocupes Diego, ese no es tu problema, es problema del árbitro.

Fue una reunión muy amena, ambos futbolistas se sintieron muy cómodos, entonces Pelé, que estaba grabando un disco con sus composiciones sacó la guitarra, tocó una samba brasileña y cantó una canción, después tomó de la mano a Diego y le dio consejos, esos consejos que si hubiera seguido su destino hubiera sido otro, parecía que el Rey lo veía venir, como si de premonición se tratara le dijo – ¡Cuida tu cuerpo!, haz tiempo para todo, pues serás el proveedor de tu familia que será grande.

A Diego le costaba mucho la vida profesional, quería abandonar el futbol antes de los 21años, en 1981. Le abrumaba la fama y la presión, era un hombre muy sensible, demostraba todo a la enésima potencia, y con esa falta de equilibrio no tenía control de sí mismo. Una muestra de ello fue lo que ocurrió con Cristina Sinagra, eso lo estaba carcomiendo, se enteró del embarazo de la mujer que le daría un hijo al que llamarón Diego Armando Maradona jr. Eso ocurrió poco antes de que Maradona tocara la gloria en México 86.

Diego y Cristina no se relacionaron más a pesar de que él estaba jugando para el club Nápoles, lugar de donde era oriunda Sinagra y su hijo Dieguito jr. En esa vida llena de recovecos y tropiezos también hubo mucha luz. Di Stéfano no podía creer que se le diera tanta importancia a Diego habiendo en Argentina tantos emblemáticos e históricosjugadores. En una ocasión ambos futbolistas estaban desayunando en un hotel de la capital porteña, fue cuando un grupo de jóvenes se abalanzaron sobre Maradona y le pidieron autógrafos, pero a Di Stéfano no le hicieron caso, ni lo miraron, como dicen los argentinos no le dieron bola, entonces Diego en un acto de cortesía y cariño le pidió un autógrafo a Di Stéfano, diciéndole – No me puedo ir de aquí sin una firma de uno de los jugadores argentinos más grandes de todos los tiempos.

Diego era uno en la fama y otro en la intimidad, siempre quiso volver a ser quien era en el origen, la fama da huecos en la vida, pues nadie está preparado para manejarla. Su padre era lo máximo para él, se expresaba con silencios y en esas miradas Diego ya sabía lo que tenía que hacer, un hombre recto, un ejemplo de persona, pero también sencillo, pues era el hombre que hacía los asados para toda la selección argentina en México 86.

– La última vez que lo vi fue en el velorio de su padre en el que por cierto Diego llegó para cerrarle los ojos al hombre de miradas expresivas – dijo Guillermo y siguió contando las anécdotas cruciales que están dentro de la intimidad del futbolista.

El viaje con Diego terminó, fue una época de mucho aprendizaje y experiencias inolvidables, esto se dio en un momento de cambio, cuando el equipo de Maradona se transformó, llegó gente nueva, entre ellos uno de los mejores amigos de Diego. Era gente con la que Guillermo no tenía nada que ver, entonces el periodista regresó a su país y vio la aventura con el futbolista como una pausa en su ejercicio periodístico, aunque en realidad más que una pausa Guillermo se convirtió en un apoyo fundamental para otros periodistas que necesitaban saber algo de Diego, se transformaba en ellos para facilitarles su tarea y apoyarlos, y esa etapa hermosa que se cerró le permitió a Guillermo Blanco crecer y conocer a la leyenda de primera mano, sin filtros.

En Italia Guillermo presentó su libro “El hombre, el mito y el campeón”, poco antes del mundial de México en 1986. La historia de un hombre que dejaría al mundo con la boca abierta, pues el futbol es una manifestación del pueblo, lo pensó Diego al recibir una carta de un soldado argentino que iba a defender las Islas Malvinas contra los ingleses, y su venganza llegó en aquel partido Argentina – Inglaterra, donde anotó aquel polémico gol con la mano para erguirse con la victoria, dándole así su conocido nombre de La Mano de Dios. 

Cuando Maradona estaba muy triste se dejaba la barba, era un indicador de la crisis, pero en México 86 le entregó una copa del mundo a su natal país al derrotar a Alemania en aquella final donde se presenció el espectáculo de la joven leyenda. Diego es parte de la argentinidad, es el Gardel de la pelota, nuca dejó de pertenecer a su clase social, mucho menos dejó de ser del pueblo. Es el hombre, el mito y el campeón, que desconocía su gran ascenso, es él ya se quería bajar antes de llegar a la cumbre de la montaña, y aun contra su voluntad su destino fue dejar el nombre de Maradona en la cancha con letras imposibles de borrar.

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