Por Javier Gutiérrez Ruvalcaba
Despreciado hasta el final de sus días por la Academia Sueca y por el Comité Nobel de Literatura, ya enfermo de cáncer terminal Jorge Francisco Isidoro Luis Borges, o si lo prefieren Jorge Luis Borges tal como es conocido universalmente, se refugió próximo a morir en Ginebra con María Kodama, su esposa, sabedor que se le negaría por siempre el máximo galardón al que puede aspirar un escritor.
La primera vez que la crítica especializada daba por seguro lo ganaría fue en 1967, sin embargo, la Academia se decantó por el guatemalteco Miguel Ángel Asturias.
La siguiente fue en 1976, cuando se rumoró que ya había sido considerado, al lado de Vicente Aleixandre, como uno de los posibles vencedores, pero finalmente el elegido fue el estadounidense Saul Bellow.
Gracias a la desclasificación de los archivos de la Academia, correspondientes a ese año, dicen quienes los leyeron que el académico Anders Österling, presidente del Comité, lo rechazó aduciendo que esta figura clave de la literatura hispanoamericana era «demasiado exclusivo y artificial en su ingenioso arte en miniatura», en pocas palabras «demasiado elitista».
Otros señalan que también pudo influir su presunta burla, en una cena institucional, de las traducciones de sus poemas que realizó Arthur Lundkist quien teniendo mucha influencia entre los miembros del Comité no perdonó la mofa.
En cuanto a la segunda oportunidad se murmuró que fue su desafío a la opinión pública, cuando el 22 de septiembre de 1976 viajo a Santiago de Chile para recibir un doctorado honoris causa de manos del dictador Augusto Pinochet.
Suponen que la ofensa no pasó desapercibida por los académicos y por el hecho sería borrado para siempre no sólo como probable candidato, sino como un posible vencedor.
Esos resbalones solo afectaron su ego, pues al no verse glorificado representó un golpe emocional tremendo. Pero sus seguidores no lo abandonaron y hasta la fecha es uno de los literatos hispanoamericanos más leído entre los lectores cultos.
Más allá de sus posturas, sus creaciones son las que le han dado la inmortalidad literaria. Acerca de ellas y sus pormenores las comentaré, uniéndome a la celebración del centenario de su primer libro publicado, ‘Fervor de Buenos Aires’.
En 1923, mismo año en que la sí favorecida con el Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral (seudónimo de Lucía Godoy Alcayaga), entregó a la prensa ‘Lecturas para mujeres‘, Borges publicó su primer libro, ‘Fervor de Buenos Aires‘, en pleno movimiento ultraísta, cuando apenas tenía veintitrés años de edad.
Corriendo todos los gastos del bolsillo de su padre, editándose únicamente trescientos ejemplares, con las páginas sin numerar. Siendo la Imprenta Serantes de Buenos Aires quien se encargó del proceso de impresión. Su hermana Leonor Fanny (Norah Borges como se hacía llamar) ilustró la tapa.
La tirada constó de cuarenta y seis poemas, los cuales fueron creados, en su mayoría, entre 1921 y 1922. A propósito de la edición revisada y corregida que posteriormente vio la luz, el nacido en Palermo en 1899, escribió en 1969: «No he reescrito el libro. He mitigado sus excesos barrocos, he limado asperezas, he tachado sensiblerías y vaguedad (…) he sentido que aquel muchacho que en 1923 lo escribió ya era esencialmente -¿qué significa esencialmente?- el señor que ahora se resigna o corrige».
También con gastos familiares, sacó a la luz otros dos libros de poesía, en 1925 ‘Luna de enfrente‘ y en 1929 ‘Cuaderno San Martín‘ y dos libros de ensayos, ‘Inquisiciones’, en 1925, y ‘El tamaño de mi esperanza‘, en 1926. En esta ocasión la publicación ascendió a quinientos ejemplares por cada obra. En esta ocasión fue con el sello Proa, editorial creada por Borges y un grupo de amigos.
El primer ejemplar, de los quinientos editados, que ya tuvo sello editorial comercial fueron los ensayos contenidos en ‘El idioma de los argentinos‘, de 1928, publicado por Manuel Gleizer Editor, con el que obtuvo el segundo Premio Municipal de Prosa. Esta edición, ilustrada con viñetas de Xul Solar, corrió a cargo de la Compañía Impresora Argentina.
Por esos mismos años, tras breves colaboraciones en revistas españolas, quien fuera profesor de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires fundó la publicación mural ‘Prisma‘ y la revista ‘Proa‘, que vivió dos etapas. Asimismo, a partir de 1926, entregó artículos al diario bonaerense ‘La Prensa‘, la revista ‘Síntesis‘ (desaparecida en 1930) y otras revistas, como ‘Martín Fierro‘, ‘Nosotros‘, ‘Inicial‘ y ‘Valoraciones‘.
En 1930 y 1932 aparecieron dos volúmenes de ensayo, primero ‘Evaristo Carriego‘, a quien Borges conoció ampliamente por ser amigo de la familia y después ‘Discusión‘, textos que el propio autor denominó como «ejercicios de anacronismo: textos que operan y divagando con el pasado», ambos editados por Manuel Gleizer Editor.
En 1935 entregó al sello Tor los cuentos que había escrito para la ‘Revista Multicolor de los Sábados‘ del diario ‘Crítica‘, que aparecieron bajo el nombre de ‘Historia Universal de la infamia‘, siete relatos biográficos y anecdóticos.
Un año más tarde, en 1936, le edita Viau y Zona unos ensayos denominados ‘Historia de la eternidad‘, donde el escritor de estirpe criolla y anglosajona diserta acerca del tiempo y la eternidad, variando enfoque platónico, cristiano y nietzcheano. De este texto, parece ser que se imprimieron quizá mil ejemplares, pues ya comenzaba a ser reconocido y ya para 1940 era un consolidado crítico literario.
Por esos años, colaboró, simultáneamente, en tres medios disimiles entre sí. El diario popular ‘Crítica‘, la revista femenina ‘El Hogar‘ y la revista para el medio intelectual ‘Sur‘.
Tras presentarse sin éxito, en 1941, al Premio Nacional de Literatura, en su natal Argentina, fulguró su obra rechazada, ‘El jardín de senderos que se bifurcan‘. Para 1944, en una edición ampliada de ese libro parió en Editorial Sur bajo el título de ‘Ficciones‘, y en esta ocasión fue recibido con júbilo, haciéndose acreedor del Premio de Honor que la Sociedad Argentina de Escritores creó «ex profeso» para la ocasión y fue el primero de sus libros en ser traducido al inglés.
En 1943, insatisfecho por las versiones de sus tres primeros poemarios, ‘Fervor de Buenos Aires‘, ‘Luna de enfrente‘ y ‘Cuaderno San Martín‘ los corrigió minuciosamente, para reunirlos en ‘Poemas 1923-1924‘, agregándole nuevas líricas, amparado por el sello Losada, donde su cuñado Guillermo de Torre era el director editorial.
Ese mismo sello le editó, en 1949, su segundo libro de cuentos, ‘El Aleph‘, obra que marcó un punto de inflexión en su estilo.
Para Borges un libro era el instrumento más asombroso jamás conocido, porque viene siendo una extensión de la memoria y la Imaginación, y es así que para la década de los cuarenta se distinguió por las colaboraciones con su entrañable amigo Adolfo Bioy Casares, donde nacieron tres libros de relatos: ‘Seis problemas para don Isidoro Parodi‘ (1942) ‘Dos fantasías memorables‘ (1946) y ‘Un modelo para la muerte‘ (1946), que fueron redactados con los seudónimos comunes de H. Bustos Domecq y B. Suarez Lynch.
Los años cincuenta dio al también traductor argentino su fructífera relación literaria con Emecé Editores, siendo su primera obra con la editorial nacida en 1939 ‘La muerte y la brújula‘, una selección de cuentos de ‘Ficciones‘ y ‘El Aleph‘, que fue incluido en la colección Novelistas Argentinos Contemporáneos en 1951.
Cabe señalar que tanto él como Bioy Casares laboraban de planta ahí, dirigiendo las colecciones ‘El Séptimo Círculo‘ y ‘La Puerta de Marfil‘.
Editorial Sur le imprime en 1952 los ensayos reunidos en ‘Otras inquisiciones‘, publicación que devela las preferencias literarias del escritor con ascendencia portuguesa, como Coleridge, Quevedo, Hawthorne, Wilde y Kafka.
A partir del siguiente año, Emecé comienza la edición de toda la obra borgeana. Losada cedió los derechos de ‘Poemas 1923-1942‘ y de ‘El Aleph‘ y la Editorial Sur los de ‘Ficciones‘ y ‘Otras inquisiciones‘.
‘Historia de la eternidad‘ inició en 1953 este nuevo ciclo que integrarían la Colección Obras Completas de Jorge Luis Borges, para continuar ese mismo año con la impresión ampliada de ‘Poemas 1923-1953‘. Posteriormente, salió en 1954 ‘Historia universal de la infamia‘; en 1955 ‘Evaristo Carriego‘; en 1956 ‘Ficciones‘; en 1957 ‘El Aleph‘ y ‘Discusión‘; y en 1960 ‘Otras inquisiciones‘.
Pese a tener Emecé los derechos del ganador del Premio Formentor 1961, sublicenció diversos títulos a varias casas editoras a lo largo del tiempo.