Cordero, cuyo título en islandés es Dýrið que se traduce “El Animal”, fue promocionada con un trailer que suscitó reacciones de tipo valle inquietante al ver a una corderita antropomorfa que muchos espectadores relacionaron de manera casi inmediata con el género del horror, puesto que nos perturba lo diferente, nos resulta siniestro; sin duda una buena estrategia por parte de la productora A24, dando mucho de qué hablar en dos minutos de imágenes, pero provocando aversión en los amantes del género que al verla se encontraron con una historia que ciertamente dista mucho de buscar provocar miedo o pavor.
La película sigue la vida de Maria e Ingvar, un matrimonio que se dedica a criar corderos y cultivar el campo. Ellos viven en duelo por la muerte de su única hija. Observamos su día a día con una perspectiva costumbrista, a través de acciones reales como el apoyo en el parto de las corderas, el trabajo con el tractor, una narrativa contemplativa que nos lleva a un nivel de realismo que poco a poco admite elementos no convencionales como otros componentes de esa realidad, desde los días eternamente soleados del verano islandés que brindan una atmósfera casi surrealista, las acciones poéticas de los personajes ante imponentes paisajes con lluvia y niebla, hasta la llegada de Ada y la intervención de Pétur, el rebelde hermano de Ingvar. Los personajes en realidad tienen pocos diálogos y esos silencios les dan mayor parecido con los otros protagonistas, los animales que están a su mismo nivel y también sienten dolor, anhelo y miedo.
Valdimar Jóhannsson ha definido su película como a folk tale, un cuento popular con elementos fantásticos sobre el drama de una familia en búsqueda de una segunda oportunidad que lleve a la felicidad, sin importar una aparente ceguera ante lo desconocido, una metáfora sobre la negación que se vive ante la pérdida, la fuerza del amor y las distintas etapas que se viven en ese proceso, ya sea para querer dejarlo en el pasado, Ingvar, o entregarse al dolor presente, Maria.
Cordero es la ópera prima de Valdimar Jóhannsson, quien quizá no resulte muy familiar, por lo que creo pertinente contextualizar algo de su trabajo. Desde hace dos décadas, ha desarrollado una prolífica carrera en diversos aspectos de la producción cinematográfica: arte, iluminación, efectos digitales, e incluso el departamento de electricidad, son algunos de los campos que domina. Nacido en Islandia en 1978, se ha ganado un lugar importante en la industria local, pero también es buscado por las grandes producciones de Hollywood cada vez que las locaciones son en su país, socorrido muy a menudo gracias a sus impresionantes paisajes; de este modo, encontramos en su peculiar currículum la participación en películas como Rogue One: A Star Wars Story, The Secret Life of Walter Mitty, Prometheus y Transformers: Age of Extinction, además de series como la famosa producción infantil islandesa LazyTown, hasta la multipremiada Game of Thrones. Estos antecedentes son un punto de partida interesante para adentrarnos en el proceso de más de 10 años que lo llevó a la realización de este, su primer largometraje como director.
Jóhannsson creó el guión de su película a partir de una bitácora de dibujos, imágenes de pinturas, monedas, referencias e ideas que él mismo fue alimentando, en la marcha se volvió consciente de que necesitaría el apoyo de un co-guionista, por lo que sus productores le pusieron en contacto con Sjón, conocido novelista, poeta y dramaturgo islandés que ha sobresalido por ser regular colaborador de la famosa cantante Björk, y de quien seguramente pronto seguiremos sabiendo, pues también co-escribió The Northman con Robert Eggers (The Witch / The Lighthouse), una muy esperada producción que tentativamente será estrenada en abril.
Posteriormente comenzó el trabajo de campo con Eli Arenson, director de fotografía que inició su carrera como fotoperiodista militar y ha trabajado en la industria de la moda y la música; visitaron las locaciones y estudiaron minuciosamente cómo querían que fuera la estética de cada toma, resultando en una cinematografía precisa, poética y simbólica por sí misma. El trabajo final demuestra el proceso íntimo de una producción en la que solamente participaron 13 personas, muy distinto a las superproducciones en las que Jóhannsson acostumbra colaborar.
Cordero fue una de las últimas cintas en ser estrenadas en México en 2021 y aún está en cartelera. Es una fuerte contendiente para la candidatura al Oscar a mejor película extranjera y, tanto el trabajo de su director como el de su protagonista, la célebre actriz sueca Noomi Rapace, han sido elogiados en importantes festivales a nivel mundial, como Cannes y Sitges. Sin duda Valdimar Jóhannsson es un cineasta al que habrá que seguir de cerca sus próximos proyectos.