Por lo menos en una ocasión hemos escuchado hablar del minimalismo, la corriente artística inspirada en utilizar únicamente elementos mínimos y básicos, es decir, lo esencial.
El profesor Richard Wollheim (a quien se le atribuye la concepción del término “minimalista”, tras analizar las obras de Marcel Duchamp y Ad Reinhardt) publicó en la década de los 60 el ensayo “El arte y sus objetos”, en el que defiende el concepto del filósofo Ludwig Wittgenstein: “el arte es una forma de vida”.
¿Cómo aprender a utilizar la esencia del minimalismo en la vida cotidiana?
Para poder explicar esto de manera muy práctica, me tomaré la libertad de invitarlo a conocer un breve episodio de mi vida: en un lapso menor a 3 años, tuve que mudarme en 3 ocasiones. La primera mudanza fue muy complicada, saqué cientos de objetos que utilicé una o dos veces, de algunos ya me había olvidado que existían, empacar fue un reto. Me deshice de muchas cosas que ya no utilizaba y llevarlas al nuevo lugar en el que viviría sería muy desgastante para mí, así que algunas las tiré y otras las regalé. Cargaba con muchos objetos inútiles que me desgastaron con solo verlos allí amontonados.
Al llegar al nuevo lugar, sabía que no estaría mucho tiempo (era temporal), así que decidí desempacar únicamente lo necesario para el día a día, un par de platos, vasos y tazas, la ropa para ir a la oficina y algunas prendas más para los días de no hacer nada, una cafetera (indispensable), cosas para la limpieza y es todo. ¿Y sabe qué? No me hizo falta absolutamente nada.
Para la segunda mudanza, ya todo estaba listo, literalmente, me llevó una tarde desocupar el lugar y dejar todo en orden para subir las cosas a la camioneta. Al llegar a instalarme a esta nueva casa, en la que estaría por más tiempo y de manera indefinida, decidí aplicar la misma estrategia aunque de forma menos rigurosa, puse algunos adornos para crear mi propio ambiente, compré algunos muebles para mi oficina en casa y mi habitación. Las cosas que no desempaqué, jamás las necesité y nunca salieron de su caja.
Encontré la forma de tener un equilibrio en mi propia casa, todo estaba en orden, en su sitio, a diario, al llegar después de ir a la oficina, tenía el tiempo para descansar, jugar y pasear a mi perro, tranquilo y sin prisas, hacer un hobbie; el tiempo invertido en la limpieza del lugar y los objetos era mínimo, lo demás era para mí. Finalmente, para la tercera mudanza en este corto periodo de tiempo apliqué la misma estrategia.
¿Se imagina tener ese nivel de tranquilidad todos los días?, ¿quién mejor que usted para regalarse tiempo a partir de sus hábitos de vida?
Los elementos del minimalismo en la pintura, arquitectura, escultura o cualquier otra expresión artística, se reducen a lo esencial, se quitan los materiales que sobran y los que, a sentir del autor, rellenan sin sentido alguno. Lo mismo aplica para su vida, usted es el artista que está esculpiendo, pintando o diseñando su día a día.
Con esto no quiero decirle que el vivir con nada es bueno, no, lo que intento decirle es que no siempre pensamos o analizamos la cantidad de objetos que vamos acumulando, el dinero que gastamos inútilmente en cosas absurdas y sin valor que al final terminan en la basura, dinero que nos cuesta tiempo de vida obtener, y cada uno de estos artículos, si no tiene un propósito útil para nuestra vida, se va convirtiendo en una carga que podría robarnos un poco de tranquilidad.
¿No sería mejor invertir nuestros recursos en cosas o experiencias que realmente tengan valor?
No sé si a usted le suceda, pero al realizar un viaje a cualquier sitio, hay tres momentos en los que aprecio más que nunca el minimalismo aplicado en el estilo de vida: el primero, al llegar al aeropuerto y no tener que documentar equipaje (todo va en mi maleta de mano), no pasar por el stand de la aerolínea dos o tres horas antes para dejar mis maletas, ese tiempo lo utilizo en otra cosa y llego directo al abordaje. El segundo al llegar al destino, no tener que esperar a que mis maletas salgan por esa banda que gira y gira sin llegar a ningún lado. Y el tercero, al entrar a la habitación del hotel en que hay más espacio que objetos a mi paso, me da tranquilidad y esa sensación de paz me permite descansar bien después de un largo viaje, lo cual me hará disfrutar más de mis paseos.
Le invito a imaginar esta misma dinámica del viaje, pero aplicada a su hogar; visualice un día en la oficina con muchas reuniones y con tráfico en las calles, pero al llegar a casa, usted entra a su habitación y todo se encuentra en orden, limpio, no tiene saturación en los rincones, es decir, llega a su propia habitación de hotel en la que lo único que tiene que hacer es descansar profundamente para disfrutar de su vida y de sus seres queridos de manera exponencial, dándole más tiempo de calidad a lo que realmente importa.
Tome su tiempo para hacer este ejercicio, podría gustarle esa sensación de paz, tranquilidad y bienestar, si no le agrada, siempre puede experimentar con algo más, ya tendremos la oportunidad de abordarlas más adelante.