Esta coyuntura es la oportunidad para cuestionarnos no sólo cómo nos referimos a las mujeres de la tercera edad, sino cómo las tratamos, como las cuidamos y cómo nos convertimos en ellas.
El Museo Universitario Arte Contemporáneo, el MUAC, ubicado en CU, parte de la UNAM, emitió un comunicado en el que anuncia su decisión consensuada por el comité curatorial, de retirar dos obras de la artista Ana Gallardo, que estaban expuestas ahí desde Agosto pasado, luego de que activistas y representantes de la casa de retiro Xochiquetzal se inconformaron con la Universidad por haber dado cabida a estas obras, hechas hace una década, en la que al parecer de las afectadas, se revictimiza una de las adultas mayores que habitaron este centro.
La obra se trataba de un muro de gran formato que reproduce las anotaciones personales de Ana Gallardo sobre su experiencia en este lugar para adultas mayores y que se dedicaron al trabajo sexual, donde hace referencia a una situación de abandono, negligencia y poca higiene, y donde también se refiere a ella con palabras altisonantes y señala a la directora de aquella época, de no haberle recibido con prontitud. Con ello enfatiza el desinterés de quien administraba el centro tanto en las habitantes como en ella y su obra.
La otra pieza de videoarte, contenía tomas de la mujer con la que tuvo contacto Ana Gallardo y que a decir de la Casa Xochiquetzal no contaba con autorización de difundir o mostrar.
Esto ocurre luego de que el museo fuera vandalizado por las inconformes y se iniciara un movimiento amplio en las redes sociales.
Más allá de lo ya difundido y del escándalo que significó para el museo, en medio de una transición administrativa en la que fue removido de su cargo el curador en jefe Cuauhtémoc Medina, con 15 años de labor en el museo desde su fundación y que será sustituido por la curadora Lucía Sanroman. Hay que señalar que el museo ha enfrentado a lo largo de su historia algunas controversias informativas por sus contenidos curatoriales pero, jamás había optado por la autocensura.
La artista comete el error de no resguardar la identidad de la persona o institución a la que señala y no tener un permiso escrito de la implicada para usar su imagen y nombre, pero ¿Es en verdad escandaloso lo que dice la obra? O es más escandaloso una realidad normalizada y lastimosa de la vejez, las mujeres y las residencias de retiro, precisamente el interés en sus investigaciones e intervenciones de la artista visual . Una realidad que hemos decidido ignorar y encubrir en eufemismos publicitarios donde se presenta el retiro como personas de pelo cano en vacaciones interminables o dulces ancianitas de labios pintados con manualidades en mano cuando en realidad lo que Gallardo presenta es lo incómodo de la soledad, la decadencia de la enfermedad, el llanto incontenible de quienes se despiden de la vida y no tienen quien les cuide. El abandono y la poca preparación para la vejez a nivel individual y a nivel social.
Preocupa que la UNAM, con su autonomía y su libertaria forma de operar y de señalar ,lo que son problemas sociales, se decida por retirar la pieza en lugar de invitar a la reflexión de esta, pues creo que es derecho de toda institución museística deslindarse de la opinión de los artistas que expone y abrir paso a la sensibilidad, incómoda quizá o mal lograda pero palpable de lo que el arte es capaz de exponer, evidenciar y con ello transformar.
En cuanto a criterios estéticos, de los que la obra de Gallardo tiene de sobra, de ninguna manera es complaciente con lo políticamente correcto, por el contrario, ella busca abrir la herida, de las madres buscadoras o de desaparecidos, de las mujeres ancianas en Guatemala y las educadas por las monjas durante el franquismo como ella misma. Su obra muestra lo que se mantiene en silencio que las desigualdades, todas se maximizan con la vejez, ese terrible momento en que la vida poco a poco te retira la fuerza, el optimismo, la salud y la compañía.
La escuela de envejecer y la obra en general de la artista, es un llamado social a entender que hay que estar preparado para enfrentar el tiempo y el fallo sistémico y social que hoy por hoy no te acepta y no te atiende vieja mujer y desfavorecida.
Esta coyuntura es la oportunidad para cuestionarnos no sólo cómo nos referimos a las mujeres de la tercera edad, sino cómo las tratamos, como las cuidamos y cómo nos convertimos en ellas.