En el mundo del arte, como en otros ámbitos, las mujeres han tenido que trabajar duro para ganarse un lugar. Es común escuchar la expresión “señora que pinta” para referirse a una mujer artista, a la que de entrada se demerita su propuesta a un pasatiempo.
Lo cierto es que el arte ha sido una forma de expresar las necesidades del feminismo y visibilizar situaciones violentas y desiguales normalizadas. Las artistas feministas en México están en constante diálogo para romper paradigmas a través de su trabajo visual. Son artistas activistas que manifiestan sus demandas a través de intervenciones, fotografías, colectivos y conversatorios.
El año pasado tuve la oportunidad de inscribirme en un proyecto organizado por la -artivista- Cerrucha, quien invitó a las más legendarias representantes del arte feminista y a un par de sociólogas, como yo, para ofrecer talleres de pensar feminista. Esta iniciativa se llama MUTUA y sus programas se ejecutan vía zoom. Al final del taller con Mónica Mayer, había que entregar un trabajo propio y como yo no soy artista, me decidí por escribir una autocrítica a nosotras las feministas y, en especial, al gremio involucrado en el arte plástico. Considero que hay una importante evolución en ser autocrítico y buscar mejores mecanismos de respuesta ante cualquier problemática. ¿No el primer cambio tiene que empezar en nosotras mismas?
En busca de una propuesta, más allá de cualquier denuncia, enumeré los siguientes conceptos:
1. Las artistas feministas han descuidado su mercado. Es importante promoverse comercialmente. Con ello encontrarán una forma de independencia económica. ¿Cuántas de nosotras vivimos de lo que amamos hacer?, ¿cuántas tenemos que buscar el apoyo económico de algún hombre, sea cual sea? La independencia económica es el principio de la libertad para poder tomar decisiones sobre nuestra existencia y proceder.
2. Buscar el diálogo. Necesitamos más aliadas y aliados. Poder desatar conversación a través del trabajo visual. Hacer notar cómo las estructuras patriarcales nos hacen daño socialmente y permitir la discrepancia, nos mantendrá de frente a la situación y no a espaldas. Diálogo y no violencia. Ternura y comprensión, más allá de romperlo todo: vamos a repararnos y sanar las heridas. Resolvamos nuestra vida íntima: la personal, el amor, la pareja, la amistad desde la reconciliación y la propuesta. El arte es crear.
3. Busquemos la autodeterminación. Más allá de ser aceptadas por grupos o movimientos, no perdamos el objetivo de ser libres y felices. Autodeterminadas. Trabajemos desde la honestidad emocional y cambiemos primero que nada nuestras propias estructuras. ¿Cómo estamos alimentando el modelo?, ¿desde dónde queremos trabajar?, ¿el miedo y el coraje, el amor y la paz? Desacreditarnos entre nosotras es una forma de reproducirlo. Respeto a la autodeterminación de todas y cada una de nosotras. Seamos capaces de crearnos condiciones propicias para la plenitud.
Probablemente estimado lector, esté en desacuerdo con mi propuesta las feministas presentes en el taller terminaron por llamarme «Caballo de Troya del Patriarcado». Tengo mucho trabajo qué hacer, no lo niego. Soy una feminista imperfecta, pero comprometida.
Soy independiente económicamente, vivo del arte. En mi trabajo respetan mi opinión y la toman en cuenta. Los hombres de mi vida me han tratado amorosamente y hemos construido vínculos a través de los acuerdos. He dejado hace mucho de hacer chistes machistas; de describir a las adversarias por características físicas; de hablar de la vida personal de cualquier mujer.
He dado cursos de prevención de la violencia, la cual creo que no tiene género, a través del arte desde el 2008 para distintas instituciones culturales entre ellas el MUAC, y me gusta mucho construir mi personalidad a través del arreglo, pero no considero que sea consecuencia de ser víctima de un sistema de imposición estética.
Mi equipo de trabajo está conformado mayoritariamente por mujeres, algunas de ellas madres con las que llego a acuerdos que les permitan el ejercicio de su maternaje, y a la par la satisfacción de desarrollar su profesión. Trabajo duro por abrir espacios para todas.
Soy hija de una mujer increíble que rompió todos los paradigmas y llegó lejos en ámbitos considerados solo para hombres. Nieta de otra que fue valiente y determinada para decidir por su vida sentimental en épocas distintas.
Me señalaron de hablar desde el privilegio, y sí soy privilegiada, pero lucho por que lo que llamamos «privilegios» sean derechos cotidianos que no descalifiquen a nadie.
Así que en este medio siéntanse libres de expresarse sin censura. Avancemos este 8 de marzo hacia la recomposición de nuestros propios límites.
Intentemos desde la ternura.