Por Óscar Fernández
“Sigo siendo solo una cosa, y solo una cosa, y eso es un payaso. Me coloca en un plano mucho más alto que cualquier político”.
Charlie Chaplin
Empieza la música circense mientras el olor a palomitas de mantequilla invade el ambiente, las trompetas se mezclan al unísono con los aplausos y la carpa se llena de luces coloridas, pero más allá de la emoción aparece el payaso que con una torpe caída hace que los niños y el público en general estallan en risas.
Pero… ¿Quiénes son los payasos? La respuesta es incierta, pues a nuestra mente vendrían cualquier cantidad de ellos; los buenos, los malos, los que se ocultan, los tristes, los que nos divierten y muchos más; la filosofía del payaso es un estilo de vida tan amplio y contradictorio que podría volverse inabarcable.
Están en los circos, en las películas, en la literatura, en la lucha libre, también en la música, en los cuadros de alguna famosa galería, y además están en nuestra infancia. Primero me adentraré en la literatura donde el payaso puede convertirse en nuestra peor pesadilla. Así lo escribió Stephen King en su libro “Eso”, donde un payaso se materializaba como todos los miedos juntos de una pandilla de niños que se volvieron amigos a raíz de haber vivido episodios terroríficos, poco a poco cada uno de ellos contó su historia y años después cuando adultos se rencuentran en el mismo lugar, ellos no sabían con exactitud que los llevaba a juntarse nuevamente después de tanto tiempo, pero logran encontrarse con aquel ente y encararlo.
Stephen King nunca lo deja muy claro desde el título de la obra, pero el desarrollo de cada personaje nos hace sumergirnos en diferentes historias personales de cómo afrontar el temor que llevan todas hacia el mismo punto, el payaso, o el miedo, o ambas cosas que combinadas son lo mismo.
En el libro de “Eso” que fue llevado al cine con el título homónimo, el autor nos desvela como el payaso está en la mente y en los miedos más profundos de aquellos niños que viven sus fobias solo apoyándose entre ellos. Esa entrañable amistad junta a unos adultos desconocidos que van en busca de algo que no saben lo que es, alguno ya falta en las filas de la pandilla, pues ha fallecido, pero el tiempo deja ver que la mayoría de ellos no han superado aquel episodio de la infancia que estaba oculto en algún archivo de la memoria.
“A nadie le gusta un payaso a medianoche”.
Stephen King.
Otro gran título es “El circo de la familia Pilo” se rumorea que su autor Will Elliott fue diagnosticado con esquizofrenia. Para hacer esta obra dejó sus medicamentos y encerrándose en una habitación plasmó el lado más oscuro y limítrofe de un protagonista que por accidente se encuentra con tres payasos, quienes lo invitan a una audición para ser un payaso más de ese circo lleno de mentes retorcidas, entes malignos y personajes tenebrosos.
James es el personaje principal, pero el maquillaje le hace descubrirse como uno de los payasos más sanguinarios. Se bautizó como J. J. y con la cara pintada no tenía límites, lo quería todo, incluso la propia vida de James. Para descubrir la historia de este escritor australiano nos quedaríamos cortos si buscásemos la latitud de este circo en el infierno, pues transciende más allá de la locura y la maldad.
En todas las facetas de la historia existen los payasos, los antiguos reyes tenían bufones para su divertimento personal, pero las fuentes más antiguas enuncian que el payaso apareció por primera vez en Egipto en el año 2500 a. C. Aunque el primer payaso del que se tiene constancia fue Yusze, el bufón del emperador chino en el año 2000 a. C.
El maquillaje y las vestimentas extravagantes son sus características principales, todos recordamos a alguno, Cepillin, Miliki, Fofó, para los niños, o el Joker, quien fue el villano perfecto, ocultando la desgracia en una sardónica sonrisa.
Nos han hecho reír, morirnos de miedo y sieguen entre nosotros desde tiempos ancestrales, hasta hoy y siempre.
“El personaje más inteligente de la comedia es el payaso, porque el que quiere hacer que la gente lo tome por tonto, no debe serlo”.
Miguel de Cervantes.
