Una invitación a dejar Macondo. 10 años sin García Márquez. 

El 17 de abril de 2014, a la edad de 87 años, Gabriel García Márquez falleció en su residencia de la Ciudad de México.  Una década después, el recuerdo de aquel día sigue dejando punzadas tristes en el corazón.  Creo escribir esto con una emoción personalmente justificada, pues fue gracias a García Márquez que descubrí que la belleza de la literatura vivía también fuera de las páginas de un libro. Yo tenía 14 años y había leído Cien años de soledad, la primera obra de mi mayoría de edad literaria. 

Subrayo lo anterior para dejar constancia de que no pretendo en este texto denostar el más famoso y celebrado trabajo del Nobel colombiano; todo lo contrario, me es primordial reconocer lo que el libro ha significado para mí. No obstante, como el título lo dice, estas líneas son una invitación a salir de Macondo, a salir también del cliché que discursos, mercadotecnias y poses de diverso tipo han forjado alrededor de la figura de este creador, reduciendo su universo a espacios y figuras comunes de Cien años de soledad.   Quien se quede aquí, considero, estará perdiendo la dimensión de la verdadera genialidad de García Márquez. 

 Así pues, y aunque no sea necesario un pretexto, en la víspera de este aniversario lluvioso me atrevo a proponer un acercamiento multifacético a la escritura del Gabo, a dejar el bosquejo simple, y no carente de subjetividad, de una guía de exploración.  Dicho lo anterior, partiría de la que es, en mi apreciación, su mejor y más compleja novela, literariamente hablando: El otoño del patriarca.  Publicada en 1975, esta obra, junto con Santa Evita de Tomás Eloy Martínez, representa la cumbre de la literatura hecha a partir del laberintico fenómeno de la dictadura latinoamericana. Siendo fiel a su estilo, repleto de extraordinarias analogías fantásticas, García Márquez nos ofrece las vivencias del espectral gobernante de una isla, que podría ser cualquiera, y a la vez nadie, de los que conocemos con nombre y apellido; este hombre, encarna trágica, irónica y maravillosamente el arquetipo del autócrata tropical.  Por otro lado, aunque continuando con el ámbito narrativo, no puedo dejar de sugerir la lectura de los primeros cuentos de don Gabriel, específicamente uno titulado Eva está dentro de su gato, que fue publicado por primera vez en 1948 y hoy puede encontrarse en el volumen Ojos de perro azul.  Encontraremos aquí a un García Márquez efervescente de creatividad y capaz de narrar la historia de un fantasma que no tiene más opción que poseer el cuerpo de su gato ante el antojo atroz de una naranja. 

Igualmente, quien guste de los libros de nuestro prosista, encontrará en su obra periodística un caudal inagotable de excelente literatura; de hecho, será en los artículos periodísticos donde pueda leerse al auténtico Nobel, a un autor que, ante la disciplina, la prisa y la cotidianidad, a veces aplastante, que exige la noticia, puede transformar un acontecimiento rutinario en un auténtico relato ilusionista, dotando a la realidad de una trascendencia y un significado paralelo e imaginativo. De la enorme producción periodística de García Márquez, es especialmente disfrutable la escrita en Europa entre los años de 1955 y 1960. 

En última instancia, una incursión al mundo de las biografías del escritor también puede resultar en una experiencia entrañable que, además, aún tiene mucho por ofrecer, puesto que Vivir para contarla es apenas el primer volumen publicado de la saga de su autobiografía, quedando todavía uno o dos tomos por salir a la luz.  En el mismo tenor, es posible seleccionar una amplia gama de estudios, ensayos o biografías formales acerca de la existencia del Gabo, siendo la más completa hasta ahora la realizada por Gerald Martin, Gabriel García Márquez. Una vida.  Igualmente, es digna de apreciarse la escrita por Dasso Saldívar, García Márquez. El viaje a la semilla.  

Con la consciencia de que, al final, el juicio de estos y el resto de los trabajos de, y por, García Márquez recaerá en sus lectores, celebremos que don Gabriel estará muy vivo por muchos años más, siempre en la memoria de quienes lo conocimos y floreciendo más allá de Macondo.  

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